martes, 21 de julio de 2015

Me miras. Te miro. Suspiras. Suspiro. Se escuchan dos tiros. Secos. Estridentes. Clamantes. Estremecida por el sonido, una bandada de pájaros aletea con desesperación. Me miras. Te miro. Permanecemos en silencio. Rozas con tus dedos de artista mi bigote. Sonríes. Tu tacto me atormenta. La curvatura de mis labios, antes ociosos, es ahora una recta transversal a tus yemas. Arqueas las cejas. Arqueo la boca. Me levanto perturbado. Comienzo a andar y te quiero. Me sigues y aún te quiero más. Tus pasos se detienen, pero tú continúas persiguiéndome. Ya no escucho tu zapateo, pero escucho tu murmullo, quemándome muy próximo. Demasiado. Me voy, me voy de nosotros, pero cuando creo que ya estás lejos, que no me acecha tu aliento por la nuca, oigo de nuevo tus sollozos aproximándose de frente. He vuelto a la escena del crimen. Desde ella partí, huyendo. Y así me voy, contorneándonos. Me voy. Te quiero.

domingo, 12 de julio de 2015

Amaneces y surges. El cielo se abre ante tus ojos. Permaneces atónito ante las nubes ingentes. Abres la boca y te sacias. Rebosas. De repente comienza a llover y observas, ocurres, aconteces. Tus labios galopan indomables hacia el horizonte de los días y tus pupilas se dilatan a la par que tu alma insurge, se expande. Tus manos, musicales, huyen de su escondite y van a buscar un recoveco que acariciar. Despiertas entonces y te deshaces. Floreces y te deshojas. Fluyes y te descarrilas. Ardes, naces y renaces. Resucitas y ladras. Aplaudes la naturaleza y sumerges el corazón en agua bendita. Pero después te enardeces, te excedes y gozas. Desatas la noche y todo se desencadena. Tus sentidos se revelan en una hecatombe y las constelaciones se apoderan de tu espíritu acobardado. Decides soltar los estribos y el firmamento se ensancha hasta que se rasga como una cortina. Tras la ventana vuelve a asomar el sol su rostro gozoso y afanado. Parece pulcro el paisaje hasta que un ave se estrella contra el cristal y tu risa estalla, y el sol quiere bailar y sus tacones se rinden a la vida esquizofrénicos. Entonces escuchas el mundo y respiras, te alborotas, te exaltas, gritas, relinchas, recitas, sucedes.

jueves, 28 de mayo de 2015

Han vuelto.


Han vuelto. Han regresado de su exilio de impotencia aquellos pajarillos a mi cabeza. Ha retornado el poeta que andaba perdido por calles necias. Y lo ha hecho reencarnado en aquel Lorca pícaro y andaluz que conquistó tantas almas. Hoy ha querido la inmortalidad darme un asiento con vistas a Madrid. Navegan en forma de vida mis pajarillos surcando el cielo una vez más, como solían. Una pasión imberbe intenta de nuevo sangrar de mi seso cohibido y hermético. La noche y sus guiños promiscuos han resucitado mi angustia y la han transformado en vocecitas esquizofrénicas. Bendita metamorfosis de mi alma. Roma dice que quiere corretear aventurera por las olas de mi adolescencia. Lorenzo cabalga impetuoso por las olas del Mare Nostrum y un leve ruido anuncia que aquel avión que un día dilaceró mis prejuicios desgarra hoy otra vez el firmamento diurno de aquel junio. Rostros inauditos relinchan estresados por los pasillos del aeropuerto que aquel veintidós me lanzó en misión espacial al horizonte de un mañana efervescente. Cada día que transcurre en esta orgía de sensaciones mis pasos se aproximan paulatinamente a la capital en la que bombardearán mis sentidos exóticas notas cobardes de piano que se convertirán con los días en acordes que sondearán los pelos erizados de miles de pieles. He vuelto, con mis pájaros de barro divagando sin rumbo y sin sino, pero a mi costado, conmigo, transgrediendo toda frontera sensible y golpeando a martillazos los minutos sepultos.

viernes, 15 de mayo de 2015

Ciceronia era, al fin, una más. Hubo un tiempo en que deseó con todas sus fuerzas ser una pieza más, deseó encajar a toda costa. Pero ahora que lo había logrado, ahora que todos pensaban que era una persona normal, descubrió que ella no quería ser "normal". De hecho, aunque quisiera, jamás conseguiría vivir feliz en una masa ingente de ovejas necias. Ciceronia había llegado a aprender, sin quererlo, a mirar por encima de los prejuicios, más allá de ellos. Desde entonces nunca más podría encajar en su época, porque pocos eran los que asomaban el hocico por encima de la jauría, y muchos menos eran capaces de ponerse en pie sobre el resto, como lo hacía ella. Esto no le traería más que desesperación y pérdidas insulsas.
Además de erguida, Ciceronia fue siempre una simbiosis torpe de indecisión hamletiana y una Amélie de pedanía extremeña. Vivía en una opresión propia que le privaba de los instintos más vitales y ahogaba su impotencia en cigarrillos musicales. Por las noches miraba al cielo y asumía que estaba condenada a morir sola, entre fotografías de muchachos a los que deseó con vehemencia y bandas sonoras que portaban la bandera de su miedo a afrontar que el mundo no estaba hecho sólo para ella.

sábado, 25 de abril de 2015

Ciceronia, una de esas suntuosas mujeres que uno encara alguna vez en la vida, se presentó en la fiesta con un hortera vestido de un naranja almodovariano con lunares blancos que le sentaba, debo admitirlo, como un guante de látex. Embutida dentro de aquella tripa de tela y sobre aquellos tacones de aguja negros con broches de oro de bazar chino me inspiraba una especie de humor de élite. Sonreía impertérrita y meneaba con destreza hipócrita su melenita pelirroja con la intención de hacer saber a todos que se había rebajado dos dedos la melena. Era una fémina cuanto menos entrañable. Comenzó a hacer comentarios ventaneros sobre los pezones de la anfitriona, a los que consideraba la más fiel encarnación del estrabismo de valores de las jóvenes generaciones del siglo. A la vez que hablaba se lamía los labios como parecía que era costumbre, pero suspendió enseguida la empresa cuando comenzó a saborear el carmín de su lápiz de labios. Mientras aportaba los argumentos para defender su tesis eruditamente pero con chabacanería advirtió que uno de los escuchantes comenzó a fijarse en sus caderas, que eran una manifestación sebosa  de sus no tan manifiestas inseguridades los sábados por la noche cuando, ebria, se atiborraba de chorizo parisino mientras se derramaba en lágrimas. Ella, reparando en aquella mirada descarada y con el objetivo de erradicar cualquier prueba de su estrechez de espíritu, optó por rascarse violentamente los genitales con su mano izquierda, abusivamente ornamentada con anillos de perlas y pulseras de plata humilde. Así ahuyentó los ojos delatores y, de paso, volvió a hacer una muestra prolífica de su habilidad para sacar globos oculares de sus cuencas. Al momento, consciente de que se había provisto aún más de  la atención de sus receptores, tergiversó con tremenda maña la conversación hasta penetrar de lleno en su único objetivo desde el principio: el miembro sexual del anfitrión. Yo sonreí y ella, apartándose el flequillo de la frente y dejando al descubierto surcos cincuentones de sudor, me guiñó el ojo siniestro con torpeza, porque no era demasiado diestra en el arte de parecer interesante.

jueves, 19 de marzo de 2015

La vida es, sin lugar a hesitaciones, de los poetas. Poetas mundanos, hediondos, poetas vacíos de blanca y llenos de negra. Negra inspiración y sombrías divagaciones. Divagaciones que camelan, escuecen o huyen. Poetas que huyen, poetas que encuentran, que encuentran en la inmunda cotidianeidad los ojos de otros poetas. Las calles son, como los poros imberbes de las manos necias de una generación, para los poetas. Los poetas regresan sobre sus huellas a la cuna de su indecencia. Los poetas no son necesariamente escritores. Escribir es dotar de nombre al sentido y al verdadero poeta le fascina, por encima de cualquier grafía, sentir. Sentir cómo el puntero devasta golpe a golpe su razón, cómo alimenta, a base de huellas sin destino ni sino, su insania. Los poetas son, como el porvenir, inciertos e inseguros. Les encanta a los poetas enamorarse del asesinato estival de Lorenzo. El canto de los grillos, los hilos que urden las hazañas de la noche son, obviamente, para los poetas. Todo aquel que se rinda con pasión a sus tentaciones es poeta y, por ende, boceto para éste. La vida es para los poetas, como ellos son, ciertamente, para la vida.

miércoles, 25 de febrero de 2015

¡Lávate esas manos!

«A estas alturas de la vida, de cara a esta caída libre inabarcable, debería haber perdido el vértigo. Debería haber utilizado mi potencial para demoler todas esas fronteras que me mantienen en esta ínsula agreste preñada de sentimientos embusteros y cancioncitas plagadas de tópicos que odio pero que me encantaría, me muero por experimentar. Ay, Pepe, qué decepción, desde que caí en la cuenta de lo que significaste para mí, nada ha vuelto a ser igual. ¿Te acuerdas de aquellas tardes que pasábamos trotando como caballitos desbocados por las eras de arroz de alrededor de la parcela de mi abuelo? Aquellos sí que eran buenos tiempos. Me tenías enamorada, sí, aquello era lo que yo sentía cuando corría detrás de ti pisando terrones: amor. Qué metáfora tan burlesca. Esos bastos palabrones y esa espontaneidad rústica, ese acercamiento, ese roce con vuestro mundo (porque siempre fue vuestro, aunque yo intentara todos los días formar parte de él). Tú estabas enamorado de mis excentricidades, de aquel sillón mío en el que me enseñaste a pasar un poquito de Dios, de las risas que nos echábamos mientras yo te intentaba explicar las operaciones combinadas, de nuestras discusiones sobre cuál de las de clase tenía los pechos más grandes, claro, cómo olvidar aquello... Estabas enamorado de todo lo que hacíamos juntos, pero no de mí. Y no te culpo, nunca he sido una chica muy apetecible para la mayoría de los hombres. No es que sea fea, no. Digamos que soy como un lince para un tigre. Muy similares, muy cercanos, pero incompatibles. ¿Y aquella tarde en mi habitación, cuando te venías a estudiar Cono?: "¡Lávate esas manos! -decía- No se te ocurra tocarme con esos dedos perdidos de pecaminosidad (que a mí me chifla el pecado y es posible que no quieras pecar conmigo). ¿Qué dices? Yo no utilizo mis dedos, mis dedos no son de la misma calaña que los tuyos. No te rías de mí, puedo ser tan hombre como tú si me lo propongo. Ya, ya sé que no soy un hombre, no soy tonta, pero puedo comportarme como tú, aunque no quiera utilizar mis dedos. ¿Qué? ¿Que quieres utilizarlos tú? ¿En mí? ¿Estás loco? Sí, estás absolutamente loco. ¿Que me tumbe dices? Bueno, no te voy a negar eso a ti, Pepe. ¿Qué haces? ¿Qué haces, que me gusta? (Empieza a respirar fuerte) Pepe, espera. Quiero que sea especial. Mejor en el pajar de mi abuelo, allí podremos sudar tranquilos. Coge la bici."
Lo que pasó después fue el humus en el que echarían raíces el resto de mis aventuras amoroso-gorrinales. Como te contaba, los sentimientos que derivaron de aquellas tardes nuestras quedarían sepultados varios años y yo seguiría enamorándome de individuos bastante distintos a ti hasta que un día me dio por abrir aquel sepulcro y fue entonces cuando comprendí, en contradicción con todo lo que había creído sentir hasta el momento, que viviría toda mi vida asomada desde lo alto de un muro de insatisfacción observándote a ti y a otros que, como tú, son tigres ingentes e inalcanzables para un lince con complejo de tigre como yo.»
(Llora con la cabeza asomada por encima de uno de los palés.)
(Se acerca a Pepe, que está en bañador, atado con sábanas blancas a una silla vieja de mimbre. Éste no se queja, sólo parece asustado y no puede hablar, porque tiene un pañuelo en la boca. Ella se sienta en sus piernas. Le quita el pañuelo de la boca y se miran en silencio, ella secándose las lágrimas. Ambos sudan. Un sol estival de las nueve y media de la noche escupe a través de las grietas de la puerta de la cuadra sus últimos rayos. Ella se quita la peluca. Se besan.)

sábado, 21 de febrero de 2015

Aún estamos, mea Lesbia, a tiempo. Los vientos nos son aún propicios. Nuestras velas se inflan a favor de mares lejanos. El porvenir esboza una mueca pícara y burlesca, aún. Dirijámonos, mientras podamos, con la cabeza erguida y la tez iluminada, a puertos indecentes, dominados por la incertidumbre y los vicios mundanos. Porque mundanos somos al fin y al cabo, a pesar de que en noches marcianas nos obcequemos en pensar que somos empedernidos peregrinos de caminos paralelos a la convención. Pon en marcha esa máquina, llévame al latir de los que, como yo, viven vehementemente apasionados.

lunes, 16 de febrero de 2015

Parfois, l'amour ne suffit pas. A veces el amor no es suficiente, no basta, no nos devasta.

miércoles, 28 de enero de 2015

Sumerjámonos, Lesbia mía, en el mar de la incertidumbre. Seamos necios y dejemos que nos anegue el desconocimiento. Que se desvanezca la certeza lunar, que esta noche sólo preciso de la luz de tu entrepierna. Lesbia mía, qué hipnotizantes se me antojan tus vaqueros en el piso agonizantes, y qué acobardado me siento cuando con la palma de tu mano ases mi alma y la manejas a tu antojo. No te conozco, es cierto, pero, por Dios, qué delirante se presenta tu nuca ante mis labios, qué bien me sientan tus sollozos en el oído. Qué divina tu forma de trastocarme el seso cuando, de repente, me enseñas el mundo en tu torso y, surcando el Ecuador a bordo de tus alaridos, alcanzo la cumbre del hedonismo. Cuántas horas, Lesbia mía, no habré sofocado mi apetito con otros mundos sin acariciar tu selva. Hablemos, aunque acabemos de saber el uno del otro, de cómo estoy volviendo a brotar porque he elegido permanecer náufrago en el estiércol que jamás hubiese llamado vida y que hoy amo. Brindemos con cerveza porque huelo a tu sudor y a tu desodorante barato. Pero no nos demoremos demasiado, nuestra canción ya ha acabado y nos asola la tragedia. He sido muy feliz contigo en este inodoro, pero tienes que volver a fingir que no me amas, Lesbia mía.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Pues sí, señores, el tiempo vuela, huye o se escurre, y días como éste son óptimos para que nos demos cuenta. Y es que es curioso la de recuerdos que circulan con exceso de velocidad por nuestros sesos en las últimas horas de un año (año que termina hoy porque quisieron un par de cristianos iluminados). Y qué sensación... Queremos que aflore lo mejor de nosotros, nuestro polo más positivo, nuestra mentalidad más próspera. Hacemos un inventario grueso de lo más oscuro y lo camuflamos con palabrejas como "lo malo", "lo difícil" y lo identificamos con metáforas rumiadas perpetuamente como "las piedras en el camino" (me da ahora por pensar si de verdad los caminos por los que se mueve la gente de este siglo están tan sumamente plagados de escollos) o "los momentos oscuros" (qué imbecilidad, lo mejor de nuestras horas ocurre cuando no hay luz)...
Todo eso, ¿por qué? Es evidente. Como ya he referido, el tiempo no espera a nadie, y mientras crujen los días, lo que somos un lunes dejamos de serlo un viernes; a medida que algo penetra en nuestra mente y rompe algún esquema, el resto de nosotros se va transformando con cada aprendizaje más y más, truncando por completo eso que llamamos esencia, dejándolo atrás. Y ello no significa que estemos emprendiendo un camino hacia lo que de verdad somos; al contrario, vivimos cada jornada cambiando de camino en busca siempre del mejor hasta que llega un momento en el que, según nos han contado (porque yo tampoco lo sé y tampoco me lo creo), te volatilizas, tú y tu camino. ¿Acaso pensamos que, cuando llegue ese momento, lo único que permanecerá serán nuestros recuerdos, nuestras fotografías, nuestras palabras...? Pues miren, yo no estoy seguro de casi nada de lo que he dicho, pero lo dejo escrito, por si el tiempo se lleva consigo también mis pensamientos. Feliz 2015.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Tín, tón, tín...

...Piano. Piano sobre mis vértebras. Acabo de nacer. Estoy cargando mi zurrón de intenciones rellenas de tabaco y estruendosos semblantes, viciando mis dedos de buenas noches, portando sin remedio las horas que palpitan. Estoy sembrando hectáreas de luna, cultivando mi jardín de las delicias. Finjo que me preocupan los días efímeros, que me muero de ganas de darle la vuelta al timón y volver al alba. Pero en realidad estoy soplando las velas con ansia, ladrando a las Indias y en dirección a la sien del mañana decrépito, cano, nostálgico, como yo tras el telón algún día, el telón que me cubrirá la cara para esconder mi cuerpo de la mano mundana. Pero yo no permaneceré allí, asfixiado y con las uñas largas. Yo volaré, volaré y sonará un piano mientras surco el cielo y despeino a París. Tín, tón, tín.

lunes, 10 de noviembre de 2014

A menudo me distraigo con torpes instantáneas de jovencitos con tupé y chaquetas vaqueras y parecen sus bandas sonoras vitales más plenas que la mía. Descansan en mi tono firmamentos ilusos y no hago últimamente otra cosa que revelar mis conflictos bélicos al sauce llorica que se avista desde la ventanilla con rejas de mi templo. Me limito a yacer postrado en algún aposento mal arriscado toda la jornada naufragando en medio de reflexiones viscerales que reinan sobre un porvenir que parece latir más en el ventrículo izquierdo. Mis sentidos parecen regirse por una realidad hipócrita que han fabricado mis sarcásticos pretextos. ¿Soy el prisionero que se enamoró de los barrotes de su celda? Soy, soy deseo, deseo y ansias, soy vestigios de placer, soy cunetas de lodo hasta las rodillas, soy flauta amarga, soy tragedia y soy comedia, soy clérigo preñado de vicio, soy el vientre del motín, soy los días contados, soy la fuga del tiempo, soy asfixia, soy la insurrección del alma, soy, soy, soy... y dejaré de ser al alba.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Día de la Biblioteca.

Hace un tiempo leí algo sobre civilizaciones perdidas y los misterios que carcomen a los historiadores sobre el pasado de la humanidad. Y hablaron de algo que me llenó de impotencia y me dejó sin discurso por unas horas: la biblioteca de Alejandría. Contaban que fue, durante sus años de mayor esplendor, el corazón del conocimiento de la Antigüedad, que allí se almacenaban pergaminos que recogían investigaciones, composiciones literarias y, en definitiva, todo lo que se sabía del mundo conocido hasta el momento. Leer aquello me suscitó una curiosidad sin precedentes. Pero lo peor llegó cuando avanzando unas líneas sobre el texto llegué a una afirmación escalofriante: “Todo lo que se encontraba en su interior se perdió ocasionando un extravío irreparable y el tiempo y el hombre acabaron poco a poco con aquel templo que había concentrado a los sabios de todo el mundo antiguo durante siglos.”
Y yo me pregunté, ¿no muere el hombre de impotencia al darse cuenta del saber del que sus propias ansias de imposición le privaron? Y pensé que era necesario rendirle homenaje a aquel santuario.
Y qué mejor día que hoy para rendir tributo a todos los étimos que nunca llegaron a colonizar nuestros idiomas, todas las obras maestras que descansan en el frustrante olvido, todos los misterios cosmogónicos que desentrañaron las civilizaciones ancianas y que no son hoy más que miércoles de ceniza, todas las civilizaciones que desaparecieron en el mismo momento en el que su literatura sucumbía a las llamas, todos los teoremas que podrían haber levantado pirámides tecnológicas y puentes hacia Saturno, todas las noches en vela de aqueos entusiastas que hoy no son más que escuetas referencias, todos los ideales que no abandonaron su morada, todas las frases célebres que resbalaron al mar enfurecido, todos los amaneceres que inspiraron historias hoy desquebrajadas por el tiempo, todos los tópicos que podrían ser fuentes de agua fresca para la cotidianeidad de la vida moderna, todos los amantes que perdieron la pasión en una segunda edición, todas las historias de amor que no han estremecido nuestras entrañas, todos los días que parecen no haber existido, todas las respuestas que siguen siendo preguntas, todo el progreso utilizado como combustible para urinarios de casas reales, todos los dialectos que perdieron el rumbo, todas las palabras que devoró el mismo que las predicaba, todo, todo lo que se llevó el hombre, el fuego o el tiempo, que jamás perdonan.

sábado, 11 de octubre de 2014

"Oh, y no quiero dejar de ser quien soy, no quiero, ¡me niego!" Pero... ¿quién eres? -carcajeas- No eres más que un zurrón de huesos sumergido en el lodo hasta la barbilla. Si no dejas de ser quien eres en este preciso momento jamás serás tú.

lunes, 25 de agosto de 2014

Germinare.


Coloco el pie corajoso sobre el pedal, el dedo cobarde sobre el gatillo, la tilde rebelde sobre la u.
Se abre ante mi pueril ilusión la calleja, el campo arado, la catedral en llamas.
Se escurren entre mis caderas el sosiego, la tentación, la mesura.
Sopla el viento contra mis aspas, infla con un suspiro mi mantel, ondea mis banderas.
Se asoma tras el monte de Judea el sol hastiado, y llora, y gime, y me desata.
Relinchan a lo lejos las historias de amor, las luces arrecidas, los orgasmos de Mona.
Se oscurece el escenario, el telón arde majestuoso, la noche asola el teatro.
Y yo, yo broto, yo germino y surjo. Y florezco, y promulgan mis sentimientos su discurso, anarcos.

viernes, 15 de agosto de 2014

Es el destino, que late dentro de un corazón de hojalata oxidado que hospedo tras mis transgredidas murallas. Son las luces de la urbe chispeando bajo la suela de mis botas de goma y mis besos achampanados. Son mis labios y mis huellas dactilares, que procuran un porvenir más allá de estas caderas. Es la noche estival que me abate, me quiebra. Es el futuro que permanece latente e incierto y carcome con furia mi presente.

viernes, 11 de julio de 2014

El verdadero humanista ama al ántropos desde el primer amor flamante hasta la revolución francesa, desde el cavernícola enamorado hasta Romeo y Julieta, desde el primer fonema hasta "Billie Jeans", desde los pasos obtusos en el alba de la vida hasta las primeras huellas sobre la eterna amante del poeta, desde Clístenes hasta Obama, desde las cruzadas a la Gran Guerra, desde los muros rupestres de las cuevas prehistóricas hasta la sonrisa de la Gioconda, desde el centro de la Tierra hasta la cumbre del Everest, desde la Grecia de Aristogitón hasta el Montmartre de Amélie, desde el talón de Aquiles hasta el crac del 29, desde los primitivos berridos de los bárbaros hasta las torpes palabras de un aprendiz de francés, desde Persia hasta Las Indias, desde Iberia hasta Ilión, desde los diez mandamientos hasta el comunismo estalinista, desde el aoristo segundo hasta el pretérito perfecto, desde el primer gemido hasta los Rolling Stones, desde el seco sonido de dos piedras batiéndose en duelo hasta los predilectos dedos de Beethoven, desde el primer saludo hasta "Heil, Hitler", desde los comienzos de la vida hasta las tizas de Einstein, desde Zeus hasta Yahvé, desde el velo represor hasta la Meca, desde el ábaco hasta la ecuación, desde los pergaminos hasta el neón, desde el Adán adolescente hasta Marilyn Monroe, desde el caos hasta el cosmos, desde el dinosaurio marroquí hasta el gandul canino que se reposa a los pies del sofá, desde el Edén hasta los suburbios de Nueva York, desde las canoas de Ramsés II sobre el Nilo hasta el Titanic holgazaneando en las profundidades, desde la soberbia Roma hasta el incendio del Reichstag, desde Mahoma hasta Nietzche, desde el ojo rasgado de un japonés hasta la mirada desamparada de un vagabundo londinense, desde el trópico de Cáncer hasta la órbita de Plutón, desde el monte Sinaí hasta el último aliento de Pompeya, desde el descubridor del fuego hasta la bomba atómica, desde el atuendo de un fraile hasta la peluca de un travesti, desde el mito a la razón, desde la austeridad hasta la desmesura, desde el entusiasmo del primer capitalista hasta el estómago del etíope, desde el anfiteatro emeritense hasta la plaza de toros gaditana, desde la ironía hasta la ingenuidad, desde los mártires hasta las fosas comunes, desde los campos de concentración hasta los gulags, desde el genocidio hasta Hiroshima, desde la censura hasta la libertad de expresión, desde los corrales de comedias hasta la ciencia ficción, desde los cantos de sirena hasta "La vie en rose", desde el "Homo sum, humani nihil a me alienum puto" hasta el "Hombre soy; nada humano me es ajeno".

lunes, 30 de junio de 2014

Notas tristes de piano.

Notas tristes de piano... Alfileres clavados en las costillas. Un zumo de fruta podrida. La música susurrante. Una bailarina con el tobillo torcido. Una noche que tirita en la inmensidad de un firmamento incierto y desconocido. Las hojas de un naranjo que repican suavemente al amanecer praguense. Las cigüeñas del campanario de una ermita abandonada. Los peces de un río reseco. El pasto que arde inevitablemente. Las campanas que tañen al ritmo de la boda de una novia infiel y enamorada del hombre que aguarda con resignación en el último banco de la iglesia. La mirada despistada de un anciano. El alma despellejada de un pensador. Las heridas de los perdedores de guerra. Los restos de un tatuaje borrado. Las paredes llenas de orlas de un instituto cerrado. Los pergaminos enterrados. La lamentación de un amor que no pudo ser. El hombre que saluda con un apretón de manos a quien quiere saludar con un beso. La luz tibia del otoño cerrado. El último trino de un pájaro. El último instante de una aventura. El momento inmediatamente posterior al éxtasis. El rechazo inescrutable. El río que fluye jovialmente en su nacimiento y desemboca vagamente en el mar en donde devendrá en agua salada como todas las aguas que avanzan porque no se estancan. Las pérdidas irrecuperables. Las horas muertas. Las manos ahogadas tras un muro de insatisfacción. El 'adieu' francés. Los aeropuertos y las estaciones. Los corazones que piensan. Las rimas de otro verano... Notas tristes de piano.

Sonaba "Modern Talking" en un callejón de Madrid capital...

Sonaba "Modern Talking" en un callejón de Madrid capital y al cruzar la esquina advertí con entusiasmo un neón que anunciaba en un fuxia intenso la entrada hacia un pequeño antro que auguraba ser de lo más interesante. Sin apenas titubear y guiado por una tremenda curiosidad me dirijí con paso ligero y las manos metidas en los bolsillos hacia aquel lugar. Postrado frente a la puerta que abría paso al interior observé como de las entrañas de aquel local nocturno brotaban cortinas de humo con un intenso olor a tabaco y ron barato que me transportó de inmediato a mis dieciséis. De nuevo dominado por el instinto dirigí mis pasos hacia la puerta y al abrirla para adentrarme en la taberna una sensación de nostalgia me invadió de arriba abajo. "Brother Louie" se había apoderado del lugar y varias luces de colores que recordaban a algún tipo de discoteca de los años ochenta aportaban al ambiente algo de lucidez. Avanzando entre la variopinta multitud que bailaba al compás de un envidiable ritmo desahogado poco contrastado con mis latidos llegué a la barra en donde un apuesto camarero desgastado por la noche yacía apoyado vagamente sobre el mármol empapado de alcohol y sudor seco. Embriagado por aquel ritmo lejano y envolvente e hipnotizado por los rostros de todos los enamorados que parecían haber reavivado la llama de su amor bajo aquel firmamento atontado, quise estar a la altura de aquel lugar y pedí un cóctel parisino que me introdujera de inmediato en aquella atmósfera. Sólo había dado un sorbo a la copa cuando avisté a tres metros de mí a la vez que el alcohol comenzaba a bajar por mi garganta como una mujer a la que parecía haber conocido años atrás se movía al compás de la música junto a otro hombre de pelo despeinado y dedos más bien rudos. Cuando volteó la espalda y volvió a abrir los ojos tras un estado profundo de enajenación fijó su mirada con firmeza en mi rostro. Fue entonces cuando recordé quién era. Ambos nos observamos con las pupilas de dos desconocidos que parecían haberse encontrado después de haber muerto y resucitado. Los años habían calado hondo en nuestros corazones, varios cuerpos habían ya catado el sabor de nuestras sábanas y aparentemente habíamos conseguido nuestros objetivos en la vida, pero de una manera muy diferente a la que hubiéramos esperado cuando nos vimos la última vez. A pesar de que el sonido que emitían los altavoces superaba con creces cualquier sonido que pudiéramos emitir nosotros mismos, un silencio ensordecedor asoló mi espíritu. La había encontrado allí, después de tanto tiempo, como prometimos cuando apenas un bigote adolescente adornaba mi tez. Pero, por alguna extraña razón, aquel momento no era como los dos habíamos soñado porque a ese instante en que nuevamente nuestras almas se cruzaron no le siguió un efusivo beso ni un futuro común, ni siquiera un cruce de palabras. Fue sólo eso, un instante de gloria, después de muchas noches en busca del amor verdadero que tras aquella noche no tuvo ya esperanzas de demostrar su existencia.

sábado, 7 de junio de 2014

Besos de ron barato, tocamientos de botellón, talones de Aquiles, corazón de Aristogitón y de vez en cuando vidas estancadas en el puente de la revolución ya arrugada y veterana.

jueves, 22 de mayo de 2014

Y, mojándose los labios en champán, concluyó diciendo:  
«A lo largo de mi vida he tenido la oportunidad de admirar todo tipo de rostros, me he movido entre las más dispares etnias y he acariciado todo tipo de cabellos. Y puedo asegurarles, desde lo más profundo de mi ser, que he aprendido más de todas las personas que han urgado en mi entrepierna que de los libros que había en la biblioteca de mi colegio. La mayor lección de mi vida me la dieron los cuerpos de todas ellas: los tatuajes añorantes, las cicatrices aventureras, las uñas sucias, el hedor de su sudor esforzado, la manera en que observaban mis ojos en la cúspide del climax, los gestos torpes y los expertos, el maquillaje escondedero y vanidoso, las manos diversamente forjadas, los complejos escondidos bajo los botones de la camisa, sus dentaduras ansiadas, la forma en que arrugaban los dedos de los pies, los pantalones que caían al suelo, el color de sus labios, el acento de sus palabras, la tos de sus gargantas, el sabor de sus vientres, el hedor de sus alientos, la fuerza de sus brazos, la musicalidad de sus berridos...»

domingo, 18 de mayo de 2014

La noche había caído sobre el pasto reseco y los grillos entonaban su canto en medio del manso silencio de la nocturnidad augusta. Las tinieblas habían ocupado el cielo flamante y las luces de la ciudad centelleaban a lo lejos con sosiego. Se reencontraron, como en los viejos tiempos, bajo las faldas del universo. Aquel instante que había cambiado sus vidas años atrás volvía a repetirse y una vez más sólo aquel charco sereno de la granja de Paco era testigo de tal hazaña. Plantados uno frente al otro y sumidos en el éxtasis que latía azoradamente en el viento ahogado, se tomaron las manos y se fijaron la mirada. Sólo aquello bastó para que la vida comenzara otra vez a correr brusca y alborotada por sus venas.

miércoles, 7 de mayo de 2014

El club del remolque.

Son las cuatro de la tarde y el verano asoma el hocico por detrás de la torre de la iglesia. Doña Isabel hace los preparativos para viajar a Parla junto a su hermana gemela tras la muerte del señor Martín, su marido y gran amante. El viejo Pedro, acompañado de su usual tos ronca, se esfuerza una vez más por superar la cuesta que se extiende desde la casa de su hija Eugenia a su humilde cuchitril. Por su parte Nagore, una de esas niñas especiales que todos nos cruzamos alguna vez en la vida, observa nuevamente como los mozalbetes a los que sigue en busca de compañía tiran su mochila a los jardines del parque. Al caer bruscamente sobre ellos, el utensilio se rasga con las espinas de un rosal y Nagore se deshace en lágrimas. Al mismo tiempo, a quinientos metros de allí, brota desde una ventana con rejas negras la voz de Pepe, quien recita torpemente las cuatro palabras que aprendió esta mañana en francés. El sol parece descansar sobre los tejados del pueblo que resuena felizmente como un corral de comedia debido a que el grupo de teatro local ensaya en la casa de la cultura con las puertas abiertas de par en par su próxima obra. Los perros ladran al unísono y como de costumbre lo hacen sin motivo aparente. Todo parece ser habitual excepto la cara de Juan. Él es un chico que pocas veces es perturbado, tranquilo y ya acostumbrado a los largos días del pueblo. Sin embargo, hoy, se le ve especialmente feliz. Se aprecia en su rostro un ligero cosquilleo. Está más bien ilusionado, excitado. Detrás de él se acercan andando algunos muchachos que suelen jugar al fútbol todas las tardes y le llaman la atención. Éste, como si algo hubiese anegado sus sentidos, se vuelve hacia ellos y les hace un gesto al que responden asintiendo. Como carneros llevados a degüello, se dirigen hacia el remolque que lleva algunos años abandonado tras el campo de fútbol. Mirando con desconfianza cada rincón para evitar que alguien los descubra van subiendo a él uno a uno y cuando lo hace Fiti, el último, dirige al espacio que rodea al cacharro una mirada detectivesca y, esbozando una picaresca sonrisa hacia sus amigos, cubre con una lona lo que aún se puede observar desde el exterior, desapareciendo tras ella.

martes, 22 de abril de 2014

Suena ronca  y solitaria una guitarra sumida en un febril atardecer andaluz y, a la luz de mi luna rumana y frente a la impotencia flamante de un candelabro oxidado, baila Marie su última melodía, que lleva horas esmerada en despojarla de sus faldas y dejarlas caer cínicamente sobre el suelo empedrado que observa con admiración cómo entona Marie sus últimos versos a la vida, cómo pisa crudamente con sus tacones por última vez clamando a la pasión que la acompañó siempre en su áspera ascensión a su culmen, que hoy se desmorona y cae en el olvido de tantos que la trataron de emperatriz de los arrastrados.

miércoles, 16 de abril de 2014

¡Maldito destino! Si crees que voy a caer rendido como caen todos en tus pezuñas áureas y confortables, si piensas que me conformaré con dormir sobre tu pecho cada noche de mi efímera vida o si te contentas con imaginar tus garras sobre mi cuerpo con cada año más veterano, te equivocas. No quiero vivir calmado, ni sereno, ni seguro bajo tus faldas. No deseo desplomarme en tu rutina ni permanecer pasivo ante los amaneceres que me brindarán los lustros de ti, esfinge longeva. Quiero sufrir los achaques de la edad, quiero saciarme del saber que me ofrece el sol de Oriente, quiero llorar por amor, estallar a carcajadas en un velatorio, bailar sobre los cráteres de un corazón roto, brincar sobre los manjares de una cena real, embriagarme de la guitarra española y del fado portugués. Y beber del mismo vino del que bebió Sócrates y dar gracias a la noche por consagrarme como humano, como ser racional, como animal todos los días veinticuatro horas sin duda.

lunes, 7 de abril de 2014

Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus” Dijo algún sabio. Y fue su misma sentencia quien se lo llevó. El tiempo se abre paso y nos arrastra a todos con resignación (o alborozo) tras él. A unos les arruga el rostro y a otros les muda la voz; nadie se libra de su tacto, aunque sólo sus yemas lleguen a rozarle. El tiempo no sabe esperar, no supo permitir a muchos dejar escrito su testimonio, no supo dejar acabadas muchas canciones, no supo acallar las bocas de quienes se equivocaban. Nos resulte esto un grito a la vida o un despropósito, su objetivo será siempre no dejar nunca de marcarnos (como carneros llevados a degüello sin rechistar).

domingo, 23 de marzo de 2014

BIENVENIDOS. BIEN-VENIDOS...


...al hogar de los que llevan el techo sobre el costado. Aquí serán recibidos como burgueses, políticos, clérigos o degenerados. Aquí las noches son tan largas como nos permitan las velas que alumbran nuestros pintorescos rostros. Pongan sus ojos en el suelo y procuren no tropezar con algún zapato de tacón. La nocturnidad tomará el control de toda situación. Atrévanse a deslumbrarse con nuestras mujeres y garzones. Bajo las luces de este antro todos ustedes pueden sentirse como auténticas estrellas. Atusen sus bigotes y decoren sus labios porque reviven las pasiones del clasicismo cada noche en este salón. Bailen sin cuidado y fumen cuanto puedan. Gocen como auténticos animales. Déjense guiar por sus más indomables instintos. Caminen como primates, arrástrense por el suelo inmundo como reptiles. Finjan ser intelectuales y hablen de política y ciencias. Corónense como reyes absolutos del lugar y coman como privilegiados. Disfrácense de jueces medievales, damas de pomposos vestidos o estadounidenses de los años veinte. Les reto a ser desmesurados: Beban vino y champán. Rían, besen y hagan el amor. Desoriéntense. No reparen en consecuencias.  Suelten las riendas y relinchen cuan caballos. Pierdan el conocimiento. Olviden la ética, olviden que existe una avenida llena de seres mundanos tras esa puerta. Ríjanse por la bravura de sus sentidos. Escuchen con atención nuestros gritos cargados de musicalidad y vicio. Les exijo que degusten con subjetividad cada clave de sol, cada bemol, cada paso en falso. Deléitense con el arte que desprende la escena que inundará en breve esta sideral zahúrda. Que comience el espectáculo.

lunes, 10 de febrero de 2014

Manifestum.

Nosotros fuimos los abanderados, portábamos el lema sobre nuestros hombros, gritábamos enardecidos a la libertad con las manos alzadas. El viento despeinaba nuestras melenas perfectamente engominadas que cada noche le guardaban culto a una mano ajena e indecente. No conocíamos el escrúpulo, bebíamos a morro de cualquier botella o labio. Nuestras huellas fueron retratadas, éramos jóvenes y amábamos la vida. Nacimos así.

domingo, 9 de febrero de 2014

Comenzó su dedo a tocar mi ombligo y sonó mi respiración como un tocadiscos. Aquella no era más que una noche cualquiera repleta de minutos inusuales. Dos simples segundos bastaron para cerrar los ojos ante su aliento estremecido y empezar, con los sesos esparcidos por la atmósfera de aquel salón, a bailar como dos parisinos de bigote y acento en algún barrio marginal de la capital. Parecíamos dos enamorados. Y en realidad no éramos más que dos descerebrados que jugaban a tener corazón.

sábado, 11 de enero de 2014

Angie.

Eres un alma que aparenta serenidad y esconde salvajismo. Eres la más rebelde de las rubias, tanto que gobiernas el sentido con tu mirada destructora. Te ocultas tras un manto de rock cautivo y tocas el alma con dos dedos. Evitas todo pensamiento ordinario o monótono, porque tu mente busca en la existencia una sensación de originalidad. Escapas de la realidad como si no formara parte de ti. Buscas un mundo en el que acepten tu condición, pero si todos te aceptaran tú misma buscarías la monotonía para volver a ser la emperatriz de ese reino que te pertenece como el rock a la música. Eres el sueño perfecto de todo hombre que duerme entre sábanas de lúgubre imperfección. Vives enajenada por tu propia persona y escuchas con atención catorce consejos que nunca tomas en cuenta. Eres inédita y la autenticidad de tu mirada lo verifica. Tu impotencia descubre caminos inexplorables. Las veces tus palabras suenan como exhortativas. Tus dedos sueñan con tocar el alma de algún desgraciado que teme tu respuesta. Sonríes como atónita y eres el contraste rojo de un día oscuro. Tu boca arde como si no existiera otro día para hallar el mundo en los labios de algún capataz. Cuando hablas parece que el corazón se tiñe de un púrpura intenso. Tus pupilas cautivan a cualquier campesino, noble o sacerdote. Eres intriga, un alma envuelta en quince primaveras que apenas es capaz de respirar sin sentir la adolescencia ardiente en sus entrañas. Te contaría que eres fantástica, insuperable, imprescindible, pero ni mucho menos eres la perfección. Eres la imperfección en persona, y es esa imperfección la que te hace tan sumamente irresistible...

lunes, 6 de enero de 2014

Últimamente me está costando vivir a ciegas; esta venda me está ocultando ya demasiadas verdades.

viernes, 3 de enero de 2014

Sólo me hizo falta aterrizar y pisar aquella tierra para saber que aquello iba a ser mi Arcadia particular, que aquel lugar repleto de hombres con bigotes despeinados y las veces pintorescos era el que mi corazón había elegido para sucumbir a lo que solían llamar amor. Caminé durante una media hora por aquel aeropuerto fascinándome a cada instante observando cada mueca que gesticulaba aquella multitud que me rodeaba y en la que yo esperaba encontrar los ojos que me avistaran y se acercaran rápidamente para estremecer mis entrañas como si algún tipo de brisa embriagadora me hubiera acechado. Al volver a abrir los ojos, bislumbré aquella espléndida ciudad repleta de macarrones y artistas bohemios sentados en las escalinatas dibujando atardeceres en busca de un trozo de pan y fama que llevarse a la boca. Estaba cayendo la noche sobre las fachadas arcaicas y el latín volvía a caer en el olvido bajo la oscuridad de una ciudad tremendamente iluminada por un pasado glorioso. Aún estaba fascinado recorriendo las avenidas de aquella ciudad cuando tropecé de repente con mi destino. Era aquel teatro olvidado que yo andaba buscando desde hacía tantos años. Abrí las puertas sigilosamente y observé que había tres italianos ensayando para una obra que parecía llevar mucho tiempo a punto de estrenarse. Me fui acercando lentamente hacia aquel escenario destartalado y me planté frente a él. Sonaba una melodía a piano que me invitaba a abrir la boca con aires de sorpresa. Estaba distraído examinando cada recoveco de aquel lugar que invitaba a desconectar la razón por unos instantes y sentarse a escuchar aquel ruido perfumado que inundaba el enorme y anciano salón cuando uno de los personajes (el cual me resultaba misteriosamente familiar) pegó un salto desde el escenario y comenzó a dar pasos flemáticos hasta llegar a una distancia de menos de dos dedos de mi rostro. Cuando contemplé en seco su mirada cautivadora  llegué a la conclusión de que era la persona que había visto tantas veces en las palabras de mis relatos. Antes de que pudiera acabar de asimilar lo que estaba observando, noté de incógnito unos labios besando mi mejilla y deslizándose paulatinamente hasta mi boca enajenada. Cuando aquellos ayudantes del diablo rozaron mis labios no supe siquiera distinguir en qué etapa de mi vida me encontraba o cual era el motivo de que yo hubiese arrivado a aquel lugar empujado por las manos masculinas de la ventisca que azotaba el Mediterráneo en aquellos días de noviembre.