domingo, 18 de mayo de 2014

La noche había caído sobre el pasto reseco y los grillos entonaban su canto en medio del manso silencio de la nocturnidad augusta. Las tinieblas habían ocupado el cielo flamante y las luces de la ciudad centelleaban a lo lejos con sosiego. Se reencontraron, como en los viejos tiempos, bajo las faldas del universo. Aquel instante que había cambiado sus vidas años atrás volvía a repetirse y una vez más sólo aquel charco sereno de la granja de Paco era testigo de tal hazaña. Plantados uno frente al otro y sumidos en el éxtasis que latía azoradamente en el viento ahogado, se tomaron las manos y se fijaron la mirada. Sólo aquello bastó para que la vida comenzara otra vez a correr brusca y alborotada por sus venas.

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