viernes, 16 de diciembre de 2016

X.

Nada serio, amigo,
Nada que logre remolcarme
De este rebujo de luna.
Mírame de noche, amigo,
Ríete,
Vois sur ton chemin,
Siémbrate en el suelo
De mi esperpento.
Que no te atormente el cielo que nos riega, amigo.
Por la noche se desmonta
Y se vuelve a su cajita,
Dentro de mi pecho.
Bésame los morros del alma, amigo:
Para eso estoy aquí.
Para acercarte el viento,
Para sobar el escarmiento,
Para tocarte mientras te miento.
Toma asiento, amigo:
Las vistas desde aquí
Saben a cuerpo.
Todos los días amanece,
Qué remedio.
Amigo, yo estoy aquí
Porque pienso que me debo
Sentir que estoy despierto,
Y tú no eres más sabio
Ni más cuerdo que otro,

Pero eres cierto.

lunes, 31 de octubre de 2016

IX.

Con los ojos descuajados,
Con los labios manchados de besos de garrafón,
Con el pecho inflado de noche,
Baila Daniel.
Berrea sus clamores,
Recita canturreando sus mandamientos.
Tan esquemático,
Tan ignorante…
Pero porta algo sobre sí
Que estimula el seso jadeante.
Esa respiración genital,
Ese aliento pesado,
Esa mano fértil
Regada por sudor imbécil...
Se columpia en medio de un río incansable
De notas pochas
Que arden en la atmósfera bochornosa de esta noche.
A partes iguales
Contenido y relinchante,
Lúcido y delirante,
Envenenado y complacido
Por lo que lleva entre las manos
Y por lo que desea amarrar con ellas,
Se tambalea en busca de la eternidad
En medio de un tumulto bizco
Y embriagado por las ansias de huir,
Como él,
De los días descolgados.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Plumas.

Yo, pájaro soñador
Desde la cuna,
Me dedico 
A arrancarme una a una mis plumas
Y a pegártelas con saliva
Y verbos viscosos
En la piel
Para que podamos volar juntos.
A ratos me ayudas
Afanado
En mi tarea napoleónica.
Pero no puedes evitarlo
Y te cansas de trabajar en vano.
Porque sabes que,
Cuando comiences a parecer un pajarito,
Como yo,
A sentir como yo,
A respirar mi aire,
Te mirarás al espejo
Y empezarás a agitar los brazos horrorizado,
Y se caerán al suelo
Mis plumas,
Y te me quedarás mirando
Con tus ojitos de mochuelo,
A mí,
A mis alas,
Al vuelo que jamás podremos emprender juntos.
Y yo recogeré las plumas
Y las guardaré en un saco de noches
Para volver a intentarlo
Una vez más,
Otro día.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Los feos.

La belleza nos sobró
Siempre que supimos arañar
Los cabeceros feos.
Cuando nos echamos a la calle
A luchar por cosas feas.
Desde que los días eran feos
Y hubo manos
Que agarraron un daguerrotipo
Y se encargaron de plagiar
Ese privilegio del muerto
Para los vivos postreros.
Los niñatos son feos
Y dicen cosas feas
Pero elevan la belleza
A su máximo exponente
Cuando son feos
Y dicen cosas feas.
Hay libros para feos
Que no gustan a los guapos,
Y los feos tienen que leerlos
A escondidas.
Las narices de Rossy
Son narices feas.
Pero de sus profundidades
Emergen mariposas
Que abanican el seso
Del genio latente.
No se fíen de los guapos:
Ellos lo tienen todo,
Conquistan el mundo,
Hacen surcos con sus cepillos guapos,
Juzgan con su mente guapa
Las morales feas,
Dibujan las calles guapas,
Encarcelan a los cuadros en marcos guapos,
Y a los libros en pastas guapas.
Pero sobre todo,
No se fíen de los guapos
Porque, en realidad,
Son feos.

viernes, 19 de agosto de 2016

VIII.

Hace tiempo que soy un romántico
Lleno de fantasmitas maricones,
Con versos barbudos colgados de las orejas
Y una muchedumbre de barquitos tristes
Flotando en mi estómago.
Sombras y luces de discoteca inurbana
Pueblan mi sesudez
A partes iguales,
Sin pena ni gloria
(Gloria, faltas en el aire).
Todos bailan
Alrededor de mi cuerpo occiso,
Alzado en una pira de siglos
Y palitos frescos.
Los abismos me aúllan famélicos
Y yo les arrojo mis vísceras
Meditabundo
Empujando con resoplos tras de ellas
Un tropel de callaos insurrectos.
Esta literariedad
Me está verdeando
Los dedos y el juicio.
Ahora el misterio descansa
En otros lares.
En un berrido de Cobain,
Qui sapit.

miércoles, 17 de agosto de 2016

De possessione.

Agonizo sobre este umbral dicharachero.
Alzo la mirada hacia ese cielo fértil
Preñado de prepotencia y cosas lindas,
Que nos riega incansable
 Y me da por pensar…
¡Joder! ¡Copular! ¡Hacerlo, hacer el amor!
¡Tengo en mis manos babosas tanto poder!
Tengo
La alarma haragana de este siglo,
Un ramo de notas pochas,
Un pulso genital,
Un eructo romántico,
Un pezón de Kiki de Montparnasse,
Un chute tempranero de drogas arcanas,
Una pasión republicana,
Una oratoria coletana,
Un globo ocular del tamaño de una semana,
Un afán predilecto,
Un corazón erecto,
Un camino
Y amén.
Riégame,
Riégame con ganas,
Cielo inocentón. 

martes, 9 de agosto de 2016

VII.

La cerveza no sabe a sabio,
La rueda no rueda;
La rueda flota.
El campo no huele a adiós;
El campo huele a olas.
Y la noche moribunda
Parece estar más viva que nunca.
Los machos hablan de tractores,
De pelotas, de fulanas de mentira.
Los hombres tiemblan
Cuando las palabras trotan,
Cuando las mujeres son mujeres,
Cuando las mujeres son hombres.
Tengo amigos rebozados
Con banalidad y huevos,
Amigos que rozan el cielo,
Amigos que se lo han tragado,
Amigos que son
Machos,
Hombres,
Amigos que son mujeres.
Todavía no entiendo
La negligencia de este mundo
Que teniendo tanto que hacer
Aún me está esperando.

domingo, 7 de agosto de 2016

VI.

Si no estamos muertos,
Si logro regurgitar esta sed de nada,
Si no me quedo preñado de otra noche fatua,
Si el destino me eyacula en las manos
Y no en los tuétanos,
Si esta insaciabilidad se apoltrona
Y los nietos de Buñuel
Dejan de ser una menstruación eterna
Y fecundan ese nimbo chorreante
Que llevo colgado del flequillo,
Vivamus, mea Lesbia, atque amemus.

viernes, 5 de agosto de 2016

V.

Ojalá estas palabras
Sirvieran para algo más que para pudrirme de pena
O clamar a la luna de Granada
Cuando algún ¿loco? me estrangule los versos.
Ojalá pudiera confinarlas
En las manos sudadas de mi abuela
Y que ella se encargara de impregnar su casa
De verbos que espantaran a la muerte.
Ojalá cayeran en el saco roto
De un feriante,
Para que éste las fuera plantando
Sin darse cuenta
En cada uno de sus destinos.
Ojalá tuvieran la fuerza suficiente
Para arrancarle a algún papá impávido
Las lágrimas a tirones.
Ojalá fueran soterradas en alguna era
Y fueran descubiertas
Por algún romántico secular
Que llorara desbotonado
Al encontrarse en ellas.
Ojalá llegaran, tal como las escribo,
Al alma de algún chiquillo,
Algún chiquillo verbal,
Que cayera enamorado
Y viviera eternamente lamentando
No haberme sonreído frente al canal. 

lunes, 1 de agosto de 2016

IV.

Naturaleza canalla,
agujero jondo,
depredadora voraz,
madre del principio,
hermana del final,
antojosa fábrica
de incertidumbres
y de avidez adulterada,
¿Quién te dio el cetro
que agujerea el suelo
y agranda las grietas
que me arrojan a la molicie?
¿De dónde sacaste
ese suspiro del cielo
que desboca a las cortinas?
¿Con qué manos creaste
los dedos que me arrastran
tirando de las costillas
hacia una tierra
de felicidad insólita,
de noches espasmódicas,
en la que se puede vivir plácidamente
hasta que el anhelo te apuñala
dulcemente
por la espalda?
Maldita
y a la vez
irremediablemente benedicta
diosa,
¿quién te crees que eres,
quién eres,
dímelo,
para concebirlos así,
para hacer de mí lo que has hecho?

domingo, 24 de julio de 2016

III.

Si me dieran una peseta,
Un marco,
Una corona,
Cada vez que,
Contemplando un crepúsculo,
Un ocaso,
O la noche embadurnada de lucecitas danzarinas,
He evocado apretando los puños
Aquella caja de dientes temblando guasona
De espaldas al campo,
Aquel beso pernicioso
Erigiendo los miedos,
Aquel calzón latoso
Preñado de incesto,
Aquella braga sorda
Escuchando la grama brotar,
Aquel hálito calimoso
Colgando del labio,
Aquel desdén…
Ay, aquel desdén
Sombrío e infranqueable…
Si me dieran una peseta,
Un marco,
Una corona,
Cada vez que me he sentido estremecido
Por el poder imbatible
Que me franqueó el nacer,
No sabría qué hacer
Con tanta nostalgia
En las manos.

martes, 19 de julio de 2016

De tempore.

En tus manos dejo,
tiempo llorica,
todo lo que tengo.
A mí me tiemblan
hasta los llantos.
En tus labios me vierto,
a tus pies me refugio,
tus poros beso.
A ver si este azul esquizofrénico
nos brinda algo más
que un sofoco
y su desfogue.
A ver.
Tú, por si acaso,
sigue huyendo
irreparabile.

II.

Las paredes encaladas
ululan bajo el silencio albo
de las bragas de Catalina.
Un coche pálido se desliza flemático
por el pavimento efervescente
y suena al encontrar la plaza
como un bostezo triste de los callejones.
Un rumor humeante emerge de las rejas de un puñado de casas:
“Lo dudo, lo dudo, lo dudo...”
El aire se esparrama por los tejados
y se cuela entre los postigos
generando un sonido
sordo, taciturno, dormido.
“...Que tú llegues a quererme
como yo te quiero a ti.”
Una eyaculación del tiempo
trazó un día las arterias de este lugar,
haciendo al agua correr menos libre que nunca
por acequias que fueron testigos originales
de proezas que aún se fríen en las eras,
que aún silban en las calles,
pero que a nadie en su casa importan,
porque no abonan sus tierras,
porque no sacuden sus sábanas,
porque no escurren sus trapos.
Aún creo en lo verdadero
que nos brinda esta menudencia,
en lo puro de las voces que perforan este cielo,
en el sudor que moja este asfalto,
en las manos que atan los sacos
que esconden el pienso
que alimenta el seso
y el ánimo del forastero
y del paisano que se convierte en extraño
ante tanta insignificancia trascendental 
para el cuerpo, por encima de todo,
y para el alma, por debajo,
donde germinan las semillas
que en algún momento emergen a la superficie
verdes y embravecidas
para dar sin distinción cobijo
al ajeno
y al hermano.

domingo, 17 de julio de 2016

I

Qué escollado,
qué arduo camino
a través de ti.
Cuánta angustia empantanada en esos pómulos cocidos
que me masacran
a todas horas,
en todos los lugares que visito, 
inocente,
olvidando que puedes existir 
en cualquier lar. 
Cuánto sobresalto, cuánto latido,
A causa del moflete tostado de aquel 
que sube y baja sin pausa la cuesta.
Te hallo en todos lados,
te huello en cada senda,
porque eres la estrada que trazan
mis pasos trashumantes
en pos de ti,
y a tu vera,
sin embargo.
Quiero dejar de peregrinar.
Quiero volver a nuestro chozo
en medio de aquel tumulto,
en medio de aquel cabo ninguneado,
sobre aquel podio contemplado
y que estés allí plantado,
echando raíces.
Para llegar yo,
ya crecido sin patria,
e intentar aferrarme a tu suelo,
abrazar tu tronco.

martes, 12 de julio de 2016

A Jesús le pica el alma.
Jesús se rasca con los dedos el pecho.
La piel que le cubre las costillas se le enrojece y empiezan a notársele los arañazos.
Jesús sigue rascando,
pero el picor no cesa.
La gente que le observa no puede creer que todavía le pique el pecho.
Pero a Jesús no le pica el pecho,
a Jesús le pica el alma
y el alma no se puede rascar con los dedos.

Sevilla

Sevilla, hueles a peces, a lolas, a flores. En tus imberbes tostados nos dejas ver los anillos de tu tronco; en sus ojos y en sus ademanes viertes tu ascendencia romana, morisca y gitana. Cuando hablas, cuando tus hijos agarran una guitarra y la masturban con sus dedos de oro, como tus torres, chiquilla, su orgasmo retumba en lo eterno. Moderna resignada, castiza, de mente morena, de manos calientes, apasionada, hermana... así te entendemos los que no hablamos (cuánto nos gustaría) tu lengua, Sevilla.

martes, 5 de julio de 2016

Jungla de neón,
vaga(b/m)undos ilustres,
casta imberbe,
anos con espinas,
noches de paso,
noches de polvo(s).
Guitarras de lata,
cantos de sirena
que a nadie llaman ya la atención,
maricas argénteos,
banderas de seda,
valores de siempre
en bocas de nunca,
amantes potentes
llenos de impotencia,
insurrectos sin perro
ni flauta,
mujeres que compran cadenas,
hombres que lloran por libres.
Tanta luz nos ciega;
la oscuridad nos cura.
Madrid, ciudad callá
donde nadie calla,
proveedor predilecto
de lluvias doradas
y boñigas de gloria,
de toda la vida
del Señor,
de la Señora
y del Travelo.

jueves, 9 de junio de 2016

Auspiciado sin escapatoria por mis demonios, me dirijo a un tumulto ingente de rostros nuevos, de voces tremebundas, de miembros sin anhelos. Por detrás, un taconeo estridente me acompaña y me acaricia la sien de vez en cuando para que no olvide que nunca divagaré sólo por esta senda, que siempre pisaré la tierra agria con unas manos calimosas aferradas a mi cuello. Me besan a veces cuando arqueo las cejas y me sacuden el tronco cuando intento, el seso jadeante, resbalar hacia la cuneta. Otras veces, mientras trato de encontrar en unos labios fulminantes los ojos de mi sangre, el averno se me acerca por la espalda sigiloso y, sin piedad, me hunde las uñas en las costillas y con fuerza me enviste. Y en el agujero resultante vierte desorbitado sus berridos, que fueron mi patria, que ahora son un páramo, un tártaro deslumbrante al que yo no pertenezco, que me pulsaba la razón, el pecho y el talón. Corro, liberto de un zar andaluz, bajo el firmamento desabrochado, a oscuras yo y a oscuras mis cadenas. Los atavíos se me desgranan a medida que avanzo, y empiezan a colgarme del tronco apéndices ajenos. Llego al final del trayecto perseguido por brumas ululantes y permanezco erguido ante un abismo callado que desde la inmensidad de sus profundidades hace emerger un pezón clamante que flota en el aire sofocado de la nox aeterna. Nos miramos a los ojos. De pronto vuelvo a escuchar a las espaldas el taconeo, cada vez más próximo, cada vez más frío de ese infierno dulzón. Un aliento sombrío me acaricia la nuca con dilección. Cierro los ojos. La paz me anega. Entonces, un golpe sordo, un empujón certero me arroja al abismo. Mientras me precipito, vuelco la vista hacia arriba. Veo el pezón, veo el averno sonriendo en el borde. Libre, ¿por fin?

lunes, 2 de mayo de 2016

Las musas se han largado esta mañana.
Sin palabras que las vistieran,
sin odas ni elegías,
sin vasallo por sus nalgas moribundo,
sin canciones de Chavela,
sin rabia ni pena.
Se han largado.
Por traición, por Daniel, por el verbo juguetón.
Quién sabe.
Solo sé que ya no están...
Y que yo estoy tranquilo.

Tierra maga.

El trigo tiembla, como yo tiemblo esta tarde. Con el aire se deshilan poco a poco los anhelos que en otros tiempos llevé cosidos a la nuca. El cielo se me derrumba sobre las sienes. Los terrones  aúllan. Los pájaros tiritan. El aliento de los surcos me abrasa el ánimo. Los charcos laten. Un chorro palpita en el horizonte cercano. Un murmullo escaldado me toquetea como nunca. Una brisa se me acerca por detrás en silencio, me besa la frente y me saca a bailar su tango eterno sobre el vientre del mundo, como antaño. Las eras se han bajado las bragas, su vagina parda de par en par brindando su melodía perenne.
A pesar de las ranas de este estanque, a mi pesar, al pesar de los vahídos que me provoca esta tierra, el cantar de tus noches me consuela.

Sigue sonando desde la lejanía para siempre, tierra maga.

domingo, 3 de enero de 2016

El camaleón y su público.

Un camaleón se desplaza lentamente por la encimera. Una luz focalizada lo alumbra en su trayecto. Al llegar al filo, el camaleón contempla desde arriba el piso desafiante. De repente se apaga la luz y el camaleón permanece estático en la penumbra. Su figura ha desaparecido ante los ojos del espectador, pero el traqueteo enfermizo de su movimiento comienza a escucharse. Nadie sabe hacia dónde se dirige. Algunos apuestan por que acabará acercándose demasiado al borde y un paso desafortunado lo precipitará al vacío; otros, sin embargo, confían en su capacidad para detectar cuándo el peligro está demasiado próximo y están convencidos de que sabrá parar justo a tiempo. Menos optimistas se antojan las opiniones de otros que piensan que el camaleón continuará acercándose al abismo poco a poco hasta despeñarse voluntariamente, porque aseveran que la hazaña que ha emprendido sólo es propia de camaleones suicidas que desprecian su existencia.
Pero entonces, cuando todos están completamente seguros de la certeza de sus expectativas, el traqueteo del camaleón deja de escucharse y una luz flamante se enciende y alumbra todo el habitáculo. Sobre la encimera, nada. Estrellado en el suelo, nada. Colgando del filo, nada. El animal ha desaparecido y el público se halla desconcertado en sus asientos. No es posible que se haya esfumado como por arte de magia.
De pronto, se vuelve a escuchar un movimiento recio parecido al que emitía el camaleón al ejercitar sus patitas. Todos observan el escenario atónitos. Entonces, sobre el filo, una silueta se materializa de la nada y se va tiñendo de un verde crudo. Es el camaleón, haciendo gala de su talento natural. Los espectadores no saben cómo reaccionar ante  tan evidente suceso. ¿Cómo podían no haber recordado que lo que caracteriza a los camaleones es su facilidad para camuflarse en el entorno? ¿Y por qué todos habían dado por hecho que el camaleón iba a tomar una decisión, iba a dar un paso cuando todos pensaban que debía hacerlo?

El animal reposa impertérrito sobre el abismo ante la agitada e impotente mirada del auditorio.