El trigo
tiembla, como yo tiemblo esta tarde. Con el aire se deshilan poco a poco los
anhelos que en otros tiempos llevé cosidos a la nuca. El cielo se me derrumba
sobre las sienes. Los terrones aúllan.
Los pájaros tiritan. El aliento de los surcos me abrasa el ánimo. Los charcos laten.
Un chorro palpita en el horizonte cercano. Un murmullo escaldado me toquetea como nunca. Una brisa se me acerca por detrás en silencio, me besa la frente y
me saca a bailar su tango eterno sobre el vientre del mundo, como antaño. Las
eras se han bajado las bragas, su vagina parda de par en par brindando su melodía
perenne.
A pesar de
las ranas de este estanque, a mi pesar, al pesar de los vahídos que me provoca
esta tierra, el cantar de tus noches me consuela.
Sigue
sonando desde la lejanía para siempre, tierra maga.
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