miércoles, 14 de noviembre de 2012

Superviviente.

Lo que es la vida, aquí estoy, a punto de cumplir los dieciséis años, dieciséis... Suena grande, ¿verdad? Para mí la vida no ha sido fácil, nada fácil. Cuando tenía ocho años ví como se me escapaba la infancia de las manos, vi como un puñado de circunstancias me quitaron lo que más quería: mi familia. Como un extraño remolino de hojas secas, a mis ojos, veía como todo se rompía, cada cosa tiraba para un lado y yo, estaba en el medio. Nada más lejos de la realidad, una vez me vi asentado, empezaron de nuevo los problemas, comencé a llorar de nuevo todas las tardes, y sólo era un niño, un niño que perdió esa parte de la vida que es tan importante: la infancia. Suelen decirme que soy muy maduro para mi edad y siempre asiento con un gesto de conformidad, pero toda esta madurez es mucho más profunda que eso. En realidad, he sido un niño muy poco tiempo. Las situaciones por las que he pasado me hicieron deshacerme de todos los juguetes y todas las risas inocentes. La mayoría de la gente no lo ve así, cree que todas esas palabras lanzadas como puñaladas eran cosas de niños, que todos esos desprecios eran simples palabras pueriles. También creían que eso de ver como los esquemas de mi familia se rompían no me afectó lo más mínimo; se pensaban que no lloraba en silencio cuando me encerraba en mi habitación cada noche. Y ahora parece que lo he olvidado todo, parece que he vuelto a ser ese niño risueño que era con cinco años. Pero no hace falta ser un erudito para saber que todo ese conjunto de sucesos, esas palabras despectivas, esas lágrimas que me tragé y las que solté me han hecho así de grande, así de fuerte, así de irrompible. Como decía al principio, ya voy camino de los dieciséis y, para que voy a mentir, me siento fuerte ahora mismo, pero no soy feliz, no lo soy, porque veo fotos de la gente, fotos de como unos niños salen riendo con sus padres, abrazados, juntos todos, de como las amistades de la infancia siguen ahí y, como dije, he tenido que ver como todos mis esquemas se destrozaban y he tenido que vivirlo de primera mano y por eso, nada me perdura. Todo lo que tengo ahora mismo es una nueva construcción después de que un huracán lo haya destrozado todo y se lo haya llevado todo por delante. Me puedo dar por satisfecho por haber sabido encontrar agua donde no había ni árboles.