Es el destino, que late dentro de un corazón de hojalata oxidado que hospedo tras mis transgredidas murallas. Son las luces de la urbe chispeando bajo la suela de mis botas de goma y mis besos achampanados. Son mis labios y mis huellas dactilares, que procuran un porvenir más allá de estas caderas. Es la noche estival que me abate, me quiebra. Es el futuro que permanece latente e incierto y carcome con furia mi presente.
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