martes, 21 de julio de 2015
Me miras. Te miro. Suspiras. Suspiro. Se escuchan dos tiros. Secos. Estridentes. Clamantes. Estremecida por el sonido, una bandada de pájaros aletea con desesperación. Me miras. Te miro. Permanecemos en silencio. Rozas con tus dedos de artista mi bigote. Sonríes. Tu tacto me atormenta. La curvatura de mis labios, antes ociosos, es ahora una recta transversal a tus yemas. Arqueas las cejas. Arqueo la boca. Me levanto perturbado. Comienzo a andar y te quiero. Me sigues y aún te quiero más. Tus pasos se detienen, pero tú continúas persiguiéndome. Ya no escucho tu zapateo, pero escucho tu murmullo, quemándome muy próximo. Demasiado. Me voy, me voy de nosotros, pero cuando creo que ya estás lejos, que no me acecha tu aliento por la nuca, oigo de nuevo tus sollozos aproximándose de frente. He vuelto a la escena del crimen. Desde ella partí, huyendo. Y así me voy, contorneándonos. Me voy. Te quiero.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario