Han vuelto. Han regresado de su exilio de impotencia
aquellos pajarillos a mi cabeza. Ha retornado el poeta que andaba perdido por
calles necias. Y lo ha hecho reencarnado en aquel Lorca pícaro y andaluz que
conquistó tantas almas. Hoy ha querido la inmortalidad darme un asiento con
vistas a Madrid. Navegan en forma de vida mis pajarillos surcando el cielo una vez
más, como solían. Una pasión imberbe intenta de nuevo sangrar de mi seso
cohibido y hermético. La noche y sus guiños promiscuos han resucitado mi
angustia y la han transformado en vocecitas esquizofrénicas. Bendita
metamorfosis de mi alma. Roma dice que quiere corretear aventurera por las olas
de mi adolescencia. Lorenzo cabalga impetuoso por las olas del Mare Nostrum y
un leve ruido anuncia que aquel avión que un día dilaceró mis prejuicios
desgarra hoy otra vez el firmamento diurno de aquel junio. Rostros inauditos
relinchan estresados por los pasillos del aeropuerto que aquel veintidós me
lanzó en misión espacial al horizonte de un mañana efervescente. Cada día que
transcurre en esta orgía de sensaciones mis pasos se aproximan paulatinamente a
la capital en la que bombardearán mis sentidos exóticas notas cobardes de piano
que se convertirán con los días en acordes que sondearán los pelos erizados de
miles de pieles. He vuelto, con mis pájaros de barro divagando sin rumbo y sin
sino, pero a mi costado, conmigo, transgrediendo toda frontera sensible y
golpeando a martillazos los minutos sepultos.
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