domingo, 2 de noviembre de 2014

Día de la Biblioteca.

Hace un tiempo leí algo sobre civilizaciones perdidas y los misterios que carcomen a los historiadores sobre el pasado de la humanidad. Y hablaron de algo que me llenó de impotencia y me dejó sin discurso por unas horas: la biblioteca de Alejandría. Contaban que fue, durante sus años de mayor esplendor, el corazón del conocimiento de la Antigüedad, que allí se almacenaban pergaminos que recogían investigaciones, composiciones literarias y, en definitiva, todo lo que se sabía del mundo conocido hasta el momento. Leer aquello me suscitó una curiosidad sin precedentes. Pero lo peor llegó cuando avanzando unas líneas sobre el texto llegué a una afirmación escalofriante: “Todo lo que se encontraba en su interior se perdió ocasionando un extravío irreparable y el tiempo y el hombre acabaron poco a poco con aquel templo que había concentrado a los sabios de todo el mundo antiguo durante siglos.”
Y yo me pregunté, ¿no muere el hombre de impotencia al darse cuenta del saber del que sus propias ansias de imposición le privaron? Y pensé que era necesario rendirle homenaje a aquel santuario.
Y qué mejor día que hoy para rendir tributo a todos los étimos que nunca llegaron a colonizar nuestros idiomas, todas las obras maestras que descansan en el frustrante olvido, todos los misterios cosmogónicos que desentrañaron las civilizaciones ancianas y que no son hoy más que miércoles de ceniza, todas las civilizaciones que desaparecieron en el mismo momento en el que su literatura sucumbía a las llamas, todos los teoremas que podrían haber levantado pirámides tecnológicas y puentes hacia Saturno, todas las noches en vela de aqueos entusiastas que hoy no son más que escuetas referencias, todos los ideales que no abandonaron su morada, todas las frases célebres que resbalaron al mar enfurecido, todos los amaneceres que inspiraron historias hoy desquebrajadas por el tiempo, todos los tópicos que podrían ser fuentes de agua fresca para la cotidianeidad de la vida moderna, todos los amantes que perdieron la pasión en una segunda edición, todas las historias de amor que no han estremecido nuestras entrañas, todos los días que parecen no haber existido, todas las respuestas que siguen siendo preguntas, todo el progreso utilizado como combustible para urinarios de casas reales, todos los dialectos que perdieron el rumbo, todas las palabras que devoró el mismo que las predicaba, todo, todo lo que se llevó el hombre, el fuego o el tiempo, que jamás perdonan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario