Aún estamos, mea Lesbia, a tiempo. Los vientos nos son aún propicios. Nuestras velas se inflan a favor de mares lejanos. El porvenir esboza una mueca pícara y burlesca, aún. Dirijámonos, mientras podamos, con la cabeza erguida y la tez iluminada, a puertos indecentes, dominados por la incertidumbre y los vicios mundanos. Porque mundanos somos al fin y al cabo, a pesar de que en noches marcianas nos obcequemos en pensar que somos empedernidos peregrinos de caminos paralelos a la convención. Pon en marcha esa máquina, llévame al latir de los que, como yo, viven vehementemente apasionados.
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