domingo, 25 de septiembre de 2016

Plumas.

Yo, pájaro soñador
Desde la cuna,
Me dedico 
A arrancarme una a una mis plumas
Y a pegártelas con saliva
Y verbos viscosos
En la piel
Para que podamos volar juntos.
A ratos me ayudas
Afanado
En mi tarea napoleónica.
Pero no puedes evitarlo
Y te cansas de trabajar en vano.
Porque sabes que,
Cuando comiences a parecer un pajarito,
Como yo,
A sentir como yo,
A respirar mi aire,
Te mirarás al espejo
Y empezarás a agitar los brazos horrorizado,
Y se caerán al suelo
Mis plumas,
Y te me quedarás mirando
Con tus ojitos de mochuelo,
A mí,
A mis alas,
Al vuelo que jamás podremos emprender juntos.
Y yo recogeré las plumas
Y las guardaré en un saco de noches
Para volver a intentarlo
Una vez más,
Otro día.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Los feos.

La belleza nos sobró
Siempre que supimos arañar
Los cabeceros feos.
Cuando nos echamos a la calle
A luchar por cosas feas.
Desde que los días eran feos
Y hubo manos
Que agarraron un daguerrotipo
Y se encargaron de plagiar
Ese privilegio del muerto
Para los vivos postreros.
Los niñatos son feos
Y dicen cosas feas
Pero elevan la belleza
A su máximo exponente
Cuando son feos
Y dicen cosas feas.
Hay libros para feos
Que no gustan a los guapos,
Y los feos tienen que leerlos
A escondidas.
Las narices de Rossy
Son narices feas.
Pero de sus profundidades
Emergen mariposas
Que abanican el seso
Del genio latente.
No se fíen de los guapos:
Ellos lo tienen todo,
Conquistan el mundo,
Hacen surcos con sus cepillos guapos,
Juzgan con su mente guapa
Las morales feas,
Dibujan las calles guapas,
Encarcelan a los cuadros en marcos guapos,
Y a los libros en pastas guapas.
Pero sobre todo,
No se fíen de los guapos
Porque, en realidad,
Son feos.

viernes, 19 de agosto de 2016

VIII.

Hace tiempo que soy un romántico
Lleno de fantasmitas maricones,
Con versos barbudos colgados de las orejas
Y una muchedumbre de barquitos tristes
Flotando en mi estómago.
Sombras y luces de discoteca inurbana
Pueblan mi sesudez
A partes iguales,
Sin pena ni gloria
(Gloria, faltas en el aire).
Todos bailan
Alrededor de mi cuerpo occiso,
Alzado en una pira de siglos
Y palitos frescos.
Los abismos me aúllan famélicos
Y yo les arrojo mis vísceras
Meditabundo
Empujando con resoplos tras de ellas
Un tropel de callaos insurrectos.
Esta literariedad
Me está verdeando
Los dedos y el juicio.
Ahora el misterio descansa
En otros lares.
En un berrido de Cobain,
Qui sapit.

miércoles, 17 de agosto de 2016

De possessione.

Agonizo sobre este umbral dicharachero.
Alzo la mirada hacia ese cielo fértil
Preñado de prepotencia y cosas lindas,
Que nos riega incansable
 Y me da por pensar…
¡Joder! ¡Copular! ¡Hacerlo, hacer el amor!
¡Tengo en mis manos babosas tanto poder!
Tengo
La alarma haragana de este siglo,
Un ramo de notas pochas,
Un pulso genital,
Un eructo romántico,
Un pezón de Kiki de Montparnasse,
Un chute tempranero de drogas arcanas,
Una pasión republicana,
Una oratoria coletana,
Un globo ocular del tamaño de una semana,
Un afán predilecto,
Un corazón erecto,
Un camino
Y amén.
Riégame,
Riégame con ganas,
Cielo inocentón. 

martes, 9 de agosto de 2016

VII.

La cerveza no sabe a sabio,
La rueda no rueda;
La rueda flota.
El campo no huele a adiós;
El campo huele a olas.
Y la noche moribunda
Parece estar más viva que nunca.
Los machos hablan de tractores,
De pelotas, de fulanas de mentira.
Los hombres tiemblan
Cuando las palabras trotan,
Cuando las mujeres son mujeres,
Cuando las mujeres son hombres.
Tengo amigos rebozados
Con banalidad y huevos,
Amigos que rozan el cielo,
Amigos que se lo han tragado,
Amigos que son
Machos,
Hombres,
Amigos que son mujeres.
Todavía no entiendo
La negligencia de este mundo
Que teniendo tanto que hacer
Aún me está esperando.

domingo, 7 de agosto de 2016

VI.

Si no estamos muertos,
Si logro regurgitar esta sed de nada,
Si no me quedo preñado de otra noche fatua,
Si el destino me eyacula en las manos
Y no en los tuétanos,
Si esta insaciabilidad se apoltrona
Y los nietos de Buñuel
Dejan de ser una menstruación eterna
Y fecundan ese nimbo chorreante
Que llevo colgado del flequillo,
Vivamus, mea Lesbia, atque amemus.

viernes, 5 de agosto de 2016

V.

Ojalá estas palabras
Sirvieran para algo más que para pudrirme de pena
O clamar a la luna de Granada
Cuando algún ¿loco? me estrangule los versos.
Ojalá pudiera confinarlas
En las manos sudadas de mi abuela
Y que ella se encargara de impregnar su casa
De verbos que espantaran a la muerte.
Ojalá cayeran en el saco roto
De un feriante,
Para que éste las fuera plantando
Sin darse cuenta
En cada uno de sus destinos.
Ojalá tuvieran la fuerza suficiente
Para arrancarle a algún papá impávido
Las lágrimas a tirones.
Ojalá fueran soterradas en alguna era
Y fueran descubiertas
Por algún romántico secular
Que llorara desbotonado
Al encontrarse en ellas.
Ojalá llegaran, tal como las escribo,
Al alma de algún chiquillo,
Algún chiquillo verbal,
Que cayera enamorado
Y viviera eternamente lamentando
No haberme sonreído frente al canal. 

lunes, 1 de agosto de 2016

IV.

Naturaleza canalla,
agujero jondo,
depredadora voraz,
madre del principio,
hermana del final,
antojosa fábrica
de incertidumbres
y de avidez adulterada,
¿Quién te dio el cetro
que agujerea el suelo
y agranda las grietas
que me arrojan a la molicie?
¿De dónde sacaste
ese suspiro del cielo
que desboca a las cortinas?
¿Con qué manos creaste
los dedos que me arrastran
tirando de las costillas
hacia una tierra
de felicidad insólita,
de noches espasmódicas,
en la que se puede vivir plácidamente
hasta que el anhelo te apuñala
dulcemente
por la espalda?
Maldita
y a la vez
irremediablemente benedicta
diosa,
¿quién te crees que eres,
quién eres,
dímelo,
para concebirlos así,
para hacer de mí lo que has hecho?

domingo, 24 de julio de 2016

III.

Si me dieran una peseta,
Un marco,
Una corona,
Cada vez que,
Contemplando un crepúsculo,
Un ocaso,
O la noche embadurnada de lucecitas danzarinas,
He evocado apretando los puños
Aquella caja de dientes temblando guasona
De espaldas al campo,
Aquel beso pernicioso
Erigiendo los miedos,
Aquel calzón latoso
Preñado de incesto,
Aquella braga sorda
Escuchando la grama brotar,
Aquel hálito calimoso
Colgando del labio,
Aquel desdén…
Ay, aquel desdén
Sombrío e infranqueable…
Si me dieran una peseta,
Un marco,
Una corona,
Cada vez que me he sentido estremecido
Por el poder imbatible
Que me franqueó el nacer,
No sabría qué hacer
Con tanta nostalgia
En las manos.

martes, 19 de julio de 2016

De tempore.

En tus manos dejo,
tiempo llorica,
todo lo que tengo.
A mí me tiemblan
hasta los llantos.
En tus labios me vierto,
a tus pies me refugio,
tus poros beso.
A ver si este azul esquizofrénico
nos brinda algo más
que un sofoco
y su desfogue.
A ver.
Tú, por si acaso,
sigue huyendo
irreparabile.

II.

Las paredes encaladas
ululan bajo el silencio albo
de las bragas de Catalina.
Un coche pálido se desliza flemático
por el pavimento efervescente
y suena al encontrar la plaza
como un bostezo triste de los callejones.
Un rumor humeante emerge de las rejas de un puñado de casas:
“Lo dudo, lo dudo, lo dudo...”
El aire se esparrama por los tejados
y se cuela entre los postigos
generando un sonido
sordo, taciturno, dormido.
“...Que tú llegues a quererme
como yo te quiero a ti.”
Una eyaculación del tiempo
trazó un día las arterias de este lugar,
haciendo al agua correr menos libre que nunca
por acequias que fueron testigos originales
de proezas que aún se fríen en las eras,
que aún silban en las calles,
pero que a nadie en su casa importan,
porque no abonan sus tierras,
porque no sacuden sus sábanas,
porque no escurren sus trapos.
Aún creo en lo verdadero
que nos brinda esta menudencia,
en lo puro de las voces que perforan este cielo,
en el sudor que moja este asfalto,
en las manos que atan los sacos
que esconden el pienso
que alimenta el seso
y el ánimo del forastero
y del paisano que se convierte en extraño
ante tanta insignificancia trascendental 
para el cuerpo, por encima de todo,
y para el alma, por debajo,
donde germinan las semillas
que en algún momento emergen a la superficie
verdes y embravecidas
para dar sin distinción cobijo
al ajeno
y al hermano.

domingo, 17 de julio de 2016

I

Qué escollado,
qué arduo camino
a través de ti.
Cuánta angustia empantanada en esos pómulos cocidos
que me masacran
a todas horas,
en todos los lugares que visito, 
inocente,
olvidando que puedes existir 
en cualquier lar. 
Cuánto sobresalto, cuánto latido,
A causa del moflete tostado de aquel 
que sube y baja sin pausa la cuesta.
Te hallo en todos lados,
te huello en cada senda,
porque eres la estrada que trazan
mis pasos trashumantes
en pos de ti,
y a tu vera,
sin embargo.
Quiero dejar de peregrinar.
Quiero volver a nuestro chozo
en medio de aquel tumulto,
en medio de aquel cabo ninguneado,
sobre aquel podio contemplado
y que estés allí plantado,
echando raíces.
Para llegar yo,
ya crecido sin patria,
e intentar aferrarme a tu suelo,
abrazar tu tronco.

martes, 12 de julio de 2016

A Jesús le pica el alma.
Jesús se rasca con los dedos el pecho.
La piel que le cubre las costillas se le enrojece y empiezan a notársele los arañazos.
Jesús sigue rascando,
pero el picor no cesa.
La gente que le observa no puede creer que todavía le pique el pecho.
Pero a Jesús no le pica el pecho,
a Jesús le pica el alma
y el alma no se puede rascar con los dedos.

Sevilla

Sevilla, hueles a peces, a lolas, a flores. En tus imberbes tostados nos dejas ver los anillos de tu tronco; en sus ojos y en sus ademanes viertes tu ascendencia romana, morisca y gitana. Cuando hablas, cuando tus hijos agarran una guitarra y la masturban con sus dedos de oro, como tus torres, chiquilla, su orgasmo retumba en lo eterno. Moderna resignada, castiza, de mente morena, de manos calientes, apasionada, hermana... así te entendemos los que no hablamos (cuánto nos gustaría) tu lengua, Sevilla.

martes, 5 de julio de 2016

Jungla de neón,
vaga(b/m)undos ilustres,
casta imberbe,
anos con espinas,
noches de paso,
noches de polvo(s).
Guitarras de lata,
cantos de sirena
que a nadie llaman ya la atención,
maricas argénteos,
banderas de seda,
valores de siempre
en bocas de nunca,
amantes potentes
llenos de impotencia,
insurrectos sin perro
ni flauta,
mujeres que compran cadenas,
hombres que lloran por libres.
Tanta luz nos ciega;
la oscuridad nos cura.
Madrid, ciudad callá
donde nadie calla,
proveedor predilecto
de lluvias doradas
y boñigas de gloria,
de toda la vida
del Señor,
de la Señora
y del Travelo.

jueves, 9 de junio de 2016

Auspiciado sin escapatoria por mis demonios, me dirijo a un tumulto ingente de rostros nuevos, de voces tremebundas, de miembros sin anhelos. Por detrás, un taconeo estridente me acompaña y me acaricia la sien de vez en cuando para que no olvide que nunca divagaré sólo por esta senda, que siempre pisaré la tierra agria con unas manos calimosas aferradas a mi cuello. Me besan a veces cuando arqueo las cejas y me sacuden el tronco cuando intento, el seso jadeante, resbalar hacia la cuneta. Otras veces, mientras trato de encontrar en unos labios fulminantes los ojos de mi sangre, el averno se me acerca por la espalda sigiloso y, sin piedad, me hunde las uñas en las costillas y con fuerza me enviste. Y en el agujero resultante vierte desorbitado sus berridos, que fueron mi patria, que ahora son un páramo, un tártaro deslumbrante al que yo no pertenezco, que me pulsaba la razón, el pecho y el talón. Corro, liberto de un zar andaluz, bajo el firmamento desabrochado, a oscuras yo y a oscuras mis cadenas. Los atavíos se me desgranan a medida que avanzo, y empiezan a colgarme del tronco apéndices ajenos. Llego al final del trayecto perseguido por brumas ululantes y permanezco erguido ante un abismo callado que desde la inmensidad de sus profundidades hace emerger un pezón clamante que flota en el aire sofocado de la nox aeterna. Nos miramos a los ojos. De pronto vuelvo a escuchar a las espaldas el taconeo, cada vez más próximo, cada vez más frío de ese infierno dulzón. Un aliento sombrío me acaricia la nuca con dilección. Cierro los ojos. La paz me anega. Entonces, un golpe sordo, un empujón certero me arroja al abismo. Mientras me precipito, vuelco la vista hacia arriba. Veo el pezón, veo el averno sonriendo en el borde. Libre, ¿por fin?

lunes, 2 de mayo de 2016

Las musas se han largado esta mañana.
Sin palabras que las vistieran,
sin odas ni elegías,
sin vasallo por sus nalgas moribundo,
sin canciones de Chavela,
sin rabia ni pena.
Se han largado.
Por traición, por Daniel, por el verbo juguetón.
Quién sabe.
Solo sé que ya no están...
Y que yo estoy tranquilo.

Tierra maga.

El trigo tiembla, como yo tiemblo esta tarde. Con el aire se deshilan poco a poco los anhelos que en otros tiempos llevé cosidos a la nuca. El cielo se me derrumba sobre las sienes. Los terrones  aúllan. Los pájaros tiritan. El aliento de los surcos me abrasa el ánimo. Los charcos laten. Un chorro palpita en el horizonte cercano. Un murmullo escaldado me toquetea como nunca. Una brisa se me acerca por detrás en silencio, me besa la frente y me saca a bailar su tango eterno sobre el vientre del mundo, como antaño. Las eras se han bajado las bragas, su vagina parda de par en par brindando su melodía perenne.
A pesar de las ranas de este estanque, a mi pesar, al pesar de los vahídos que me provoca esta tierra, el cantar de tus noches me consuela.

Sigue sonando desde la lejanía para siempre, tierra maga.

domingo, 3 de enero de 2016

El camaleón y su público.

Un camaleón se desplaza lentamente por la encimera. Una luz focalizada lo alumbra en su trayecto. Al llegar al filo, el camaleón contempla desde arriba el piso desafiante. De repente se apaga la luz y el camaleón permanece estático en la penumbra. Su figura ha desaparecido ante los ojos del espectador, pero el traqueteo enfermizo de su movimiento comienza a escucharse. Nadie sabe hacia dónde se dirige. Algunos apuestan por que acabará acercándose demasiado al borde y un paso desafortunado lo precipitará al vacío; otros, sin embargo, confían en su capacidad para detectar cuándo el peligro está demasiado próximo y están convencidos de que sabrá parar justo a tiempo. Menos optimistas se antojan las opiniones de otros que piensan que el camaleón continuará acercándose al abismo poco a poco hasta despeñarse voluntariamente, porque aseveran que la hazaña que ha emprendido sólo es propia de camaleones suicidas que desprecian su existencia.
Pero entonces, cuando todos están completamente seguros de la certeza de sus expectativas, el traqueteo del camaleón deja de escucharse y una luz flamante se enciende y alumbra todo el habitáculo. Sobre la encimera, nada. Estrellado en el suelo, nada. Colgando del filo, nada. El animal ha desaparecido y el público se halla desconcertado en sus asientos. No es posible que se haya esfumado como por arte de magia.
De pronto, se vuelve a escuchar un movimiento recio parecido al que emitía el camaleón al ejercitar sus patitas. Todos observan el escenario atónitos. Entonces, sobre el filo, una silueta se materializa de la nada y se va tiñendo de un verde crudo. Es el camaleón, haciendo gala de su talento natural. Los espectadores no saben cómo reaccionar ante  tan evidente suceso. ¿Cómo podían no haber recordado que lo que caracteriza a los camaleones es su facilidad para camuflarse en el entorno? ¿Y por qué todos habían dado por hecho que el camaleón iba a tomar una decisión, iba a dar un paso cuando todos pensaban que debía hacerlo?

El animal reposa impertérrito sobre el abismo ante la agitada e impotente mirada del auditorio. 

sábado, 17 de octubre de 2015

Tanto.

Tanta tentación hacinada
en un solo cuerpo.
Tantos recuerdos convulsos
de cuartos de baño.
Tantos besos vetados
por una vergüenza insana.
Tanta vida estancada
en los toboganes de tus caderas.
Tanta impotencia viciada
de noches largas y hediondas.
Tantas canciones de ron
sometidas al estrépito.
Tanto soplo sin querer
queriendo.
Tanto aliento abismado
en el desaliento.
Tanto silencio,
tanto.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Show must go on.

"El espectáculo debe continuar." Sólo esa sentencia rocambolesca de tan vasto surtido se me ocurre rescatar para describir el ánimo cansino que desprenden todos y cada uno de los correctísimos ciudadanos que toman el metro todas las tardes. Del aire pende un clima tedioso insoportable que revela la resignación de un pueblo que ya parece haber tocado techo. De vez en cuando surca la piel un tacto peculiar, un hedor insólito que toca el alma. Sin embargo, en lo que tardan los ojos en identificar el provocador de esta sensación, una bofetada estruendosa te despierta del hechizo en cuanto adviertes que nada de lo que en treinta segundos habías imaginado se transfigura en algo real, como recordándote que ni la magia, ni los cuentos, ni el trasfondo de las canciones existen. Y entonces regresa esa sensación de haber sido estafado, estafado por tus propias expectativas, que conscientes de lo que supondría apuntar demasiado alto, se lanzaron a la idealización un día y se hunden hoy dentro de este vagón modernísimo en un tumulto ingente de seres casi inertes, sometidos al cultivo de una vida apacible, sin muchas sacudidas mentales. Todos ellos, aunque descontentos con su vida, viven enfrascados de continuo en una expresión silenciosa y otorgante sin más objetivo que prosperar laboral o académicamente, aún a sabiendas de que a nadie le importa un bledo lo que hagan con su vida porque todo es un teatro pactado por la convención en el que la multitud se dedica a aclamar a desconocidos corroída por la envidia pero obligada a poner buena cara y no sonar demasiado poco en el patio de butacas. Y es por eso que se empeñan en demostrar constantemente esa coherencia mortífera digna de todo aquel individuo que quiera integrarse en la sociedad. Lo peor de todo es que de la mano de todo este paripé va la rendición a la práxis, el rechazo hacia toda forma estrambótica de encarar la vida, la obsesión enfermiza con la neutralidad y la objetividad en el seno de un mundo construido sobre la subjetividad más visceral. Me aburren y me decepcionan todos los que fingen llevar dentro un apocalipsis, los que se fluyen con la modernidad e intentan aparentar que están llenos de arte e ideas, los que prefieren permanecer sentados a esperar a la muerte... El espectáculo debe continuar... (como si hubiera otra alternativa).

domingo, 13 de septiembre de 2015

Si me esperas, aunque sólo sea un ratito, un momentito, un orgasmito de esos tuyos...

Si me esperas, aunque sólo sea un ratito, un momentito, un orgasmito de esos tuyos, te voy a devolver algo que te robaron hace tiempo. Como lo oyes, tengo algo que es tuyo, verdaderamente tuyo, vehementemente tuyo. Te preguntarás qué hace eso hoy en mis manos. Digamos que lo encontré perdido entre las sábanas de alguna de esas putitas que solías frecuentar cuando todavía creías que tenías solución. Qué subnormal -ríe y le agarra la boca con brusquedad pero con un cariño histérico-, con lo que me gustabas así, con tus misterios, tus versos deprimentes y esa boquita siempre ávida y cohibida....
No intentes -que nos conocemos- huir ahora, es inútil, ya no puedes. (Se aproxima despaciosamente a sus labios y él sólo se aleja, esquivando tremulante su aliento acechante.) Sé que esto que te voy a dar no es algo que te hubiera gustado recuperar, pues te devolverá aquellas tormentas y erupciones púberas que ya habías olvidado -o no- y confinado en el primer cajón de tu escritorio del pueblo, junto a nuestra primera cajetilla de Marlboro, pero, admítelo, desde siempre supiste, y lo sabías bien, (ya a un soplo de distancia y acariciándole con las yemas de los dedos el semblante) que algún día zanjarías, deseando, aquel hurto indeseable. (Le besa).

martes, 21 de julio de 2015

Me miras. Te miro. Suspiras. Suspiro. Se escuchan dos tiros. Secos. Estridentes. Clamantes. Estremecida por el sonido, una bandada de pájaros aletea con desesperación. Me miras. Te miro. Permanecemos en silencio. Rozas con tus dedos de artista mi bigote. Sonríes. Tu tacto me atormenta. La curvatura de mis labios, antes ociosos, es ahora una recta transversal a tus yemas. Arqueas las cejas. Arqueo la boca. Me levanto perturbado. Comienzo a andar y te quiero. Me sigues y aún te quiero más. Tus pasos se detienen, pero tú continúas persiguiéndome. Ya no escucho tu zapateo, pero escucho tu murmullo, quemándome muy próximo. Demasiado. Me voy, me voy de nosotros, pero cuando creo que ya estás lejos, que no me acecha tu aliento por la nuca, oigo de nuevo tus sollozos aproximándose de frente. He vuelto a la escena del crimen. Desde ella partí, huyendo. Y así me voy, contorneándonos. Me voy. Te quiero.

domingo, 12 de julio de 2015

Amaneces y surges. El cielo se abre ante tus ojos. Permaneces atónito ante las nubes ingentes. Abres la boca y te sacias. Rebosas. De repente comienza a llover y observas, ocurres, aconteces. Tus labios galopan indomables hacia el horizonte de los días y tus pupilas se dilatan a la par que tu alma insurge, se expande. Tus manos, musicales, huyen de su escondite y van a buscar un recoveco que acariciar. Despiertas entonces y te deshaces. Floreces y te deshojas. Fluyes y te descarrilas. Ardes, naces y renaces. Resucitas y ladras. Aplaudes la naturaleza y sumerges el corazón en agua bendita. Pero después te enardeces, te excedes y gozas. Desatas la noche y todo se desencadena. Tus sentidos se revelan en una hecatombe y las constelaciones se apoderan de tu espíritu acobardado. Decides soltar los estribos y el firmamento se ensancha hasta que se rasga como una cortina. Tras la ventana vuelve a asomar el sol su rostro gozoso y afanado. Parece pulcro el paisaje hasta que un ave se estrella contra el cristal y tu risa estalla, y el sol quiere bailar y sus tacones se rinden a la vida esquizofrénicos. Entonces escuchas el mundo y respiras, te alborotas, te exaltas, gritas, relinchas, recitas, sucedes.

jueves, 28 de mayo de 2015

Han vuelto.


Han vuelto. Han regresado de su exilio de impotencia aquellos pajarillos a mi cabeza. Ha retornado el poeta que andaba perdido por calles necias. Y lo ha hecho reencarnado en aquel Lorca pícaro y andaluz que conquistó tantas almas. Hoy ha querido la inmortalidad darme un asiento con vistas a Madrid. Navegan en forma de vida mis pajarillos surcando el cielo una vez más, como solían. Una pasión imberbe intenta de nuevo sangrar de mi seso cohibido y hermético. La noche y sus guiños promiscuos han resucitado mi angustia y la han transformado en vocecitas esquizofrénicas. Bendita metamorfosis de mi alma. Roma dice que quiere corretear aventurera por las olas de mi adolescencia. Lorenzo cabalga impetuoso por las olas del Mare Nostrum y un leve ruido anuncia que aquel avión que un día dilaceró mis prejuicios desgarra hoy otra vez el firmamento diurno de aquel junio. Rostros inauditos relinchan estresados por los pasillos del aeropuerto que aquel veintidós me lanzó en misión espacial al horizonte de un mañana efervescente. Cada día que transcurre en esta orgía de sensaciones mis pasos se aproximan paulatinamente a la capital en la que bombardearán mis sentidos exóticas notas cobardes de piano que se convertirán con los días en acordes que sondearán los pelos erizados de miles de pieles. He vuelto, con mis pájaros de barro divagando sin rumbo y sin sino, pero a mi costado, conmigo, transgrediendo toda frontera sensible y golpeando a martillazos los minutos sepultos.

viernes, 15 de mayo de 2015

Ciceronia era, al fin, una más. Hubo un tiempo en que deseó con todas sus fuerzas ser una pieza más, deseó encajar a toda costa. Pero ahora que lo había logrado, ahora que todos pensaban que era una persona normal, descubrió que ella no quería ser "normal". De hecho, aunque quisiera, jamás conseguiría vivir feliz en una masa ingente de ovejas necias. Ciceronia había llegado a aprender, sin quererlo, a mirar por encima de los prejuicios, más allá de ellos. Desde entonces nunca más podría encajar en su época, porque pocos eran los que asomaban el hocico por encima de la jauría, y muchos menos eran capaces de ponerse en pie sobre el resto, como lo hacía ella. Esto no le traería más que desesperación y pérdidas insulsas.
Además de erguida, Ciceronia fue siempre una simbiosis torpe de indecisión hamletiana y una Amélie de pedanía extremeña. Vivía en una opresión propia que le privaba de los instintos más vitales y ahogaba su impotencia en cigarrillos musicales. Por las noches miraba al cielo y asumía que estaba condenada a morir sola, entre fotografías de muchachos a los que deseó con vehemencia y bandas sonoras que portaban la bandera de su miedo a afrontar que el mundo no estaba hecho sólo para ella.

sábado, 25 de abril de 2015

Ciceronia, una de esas suntuosas mujeres que uno encara alguna vez en la vida, se presentó en la fiesta con un hortera vestido de un naranja almodovariano con lunares blancos que le sentaba, debo admitirlo, como un guante de látex. Embutida dentro de aquella tripa de tela y sobre aquellos tacones de aguja negros con broches de oro de bazar chino me inspiraba una especie de humor de élite. Sonreía impertérrita y meneaba con destreza hipócrita su melenita pelirroja con la intención de hacer saber a todos que se había rebajado dos dedos la melena. Era una fémina cuanto menos entrañable. Comenzó a hacer comentarios ventaneros sobre los pezones de la anfitriona, a los que consideraba la más fiel encarnación del estrabismo de valores de las jóvenes generaciones del siglo. A la vez que hablaba se lamía los labios como parecía que era costumbre, pero suspendió enseguida la empresa cuando comenzó a saborear el carmín de su lápiz de labios. Mientras aportaba los argumentos para defender su tesis eruditamente pero con chabacanería advirtió que uno de los escuchantes comenzó a fijarse en sus caderas, que eran una manifestación sebosa  de sus no tan manifiestas inseguridades los sábados por la noche cuando, ebria, se atiborraba de chorizo parisino mientras se derramaba en lágrimas. Ella, reparando en aquella mirada descarada y con el objetivo de erradicar cualquier prueba de su estrechez de espíritu, optó por rascarse violentamente los genitales con su mano izquierda, abusivamente ornamentada con anillos de perlas y pulseras de plata humilde. Así ahuyentó los ojos delatores y, de paso, volvió a hacer una muestra prolífica de su habilidad para sacar globos oculares de sus cuencas. Al momento, consciente de que se había provisto aún más de  la atención de sus receptores, tergiversó con tremenda maña la conversación hasta penetrar de lleno en su único objetivo desde el principio: el miembro sexual del anfitrión. Yo sonreí y ella, apartándose el flequillo de la frente y dejando al descubierto surcos cincuentones de sudor, me guiñó el ojo siniestro con torpeza, porque no era demasiado diestra en el arte de parecer interesante.

jueves, 19 de marzo de 2015

La vida es, sin lugar a hesitaciones, de los poetas. Poetas mundanos, hediondos, poetas vacíos de blanca y llenos de negra. Negra inspiración y sombrías divagaciones. Divagaciones que camelan, escuecen o huyen. Poetas que huyen, poetas que encuentran, que encuentran en la inmunda cotidianeidad los ojos de otros poetas. Las calles son, como los poros imberbes de las manos necias de una generación, para los poetas. Los poetas regresan sobre sus huellas a la cuna de su indecencia. Los poetas no son necesariamente escritores. Escribir es dotar de nombre al sentido y al verdadero poeta le fascina, por encima de cualquier grafía, sentir. Sentir cómo el puntero devasta golpe a golpe su razón, cómo alimenta, a base de huellas sin destino ni sino, su insania. Los poetas son, como el porvenir, inciertos e inseguros. Les encanta a los poetas enamorarse del asesinato estival de Lorenzo. El canto de los grillos, los hilos que urden las hazañas de la noche son, obviamente, para los poetas. Todo aquel que se rinda con pasión a sus tentaciones es poeta y, por ende, boceto para éste. La vida es para los poetas, como ellos son, ciertamente, para la vida.

miércoles, 25 de febrero de 2015

¡Lávate esas manos!

«A estas alturas de la vida, de cara a esta caída libre inabarcable, debería haber perdido el vértigo. Debería haber utilizado mi potencial para demoler todas esas fronteras que me mantienen en esta ínsula agreste preñada de sentimientos embusteros y cancioncitas plagadas de tópicos que odio pero que me encantaría, me muero por experimentar. Ay, Pepe, qué decepción, desde que caí en la cuenta de lo que significaste para mí, nada ha vuelto a ser igual. ¿Te acuerdas de aquellas tardes que pasábamos trotando como caballitos desbocados por las eras de arroz de alrededor de la parcela de mi abuelo? Aquellos sí que eran buenos tiempos. Me tenías enamorada, sí, aquello era lo que yo sentía cuando corría detrás de ti pisando terrones: amor. Qué metáfora tan burlesca. Esos bastos palabrones y esa espontaneidad rústica, ese acercamiento, ese roce con vuestro mundo (porque siempre fue vuestro, aunque yo intentara todos los días formar parte de él). Tú estabas enamorado de mis excentricidades, de aquel sillón mío en el que me enseñaste a pasar un poquito de Dios, de las risas que nos echábamos mientras yo te intentaba explicar las operaciones combinadas, de nuestras discusiones sobre cuál de las de clase tenía los pechos más grandes, claro, cómo olvidar aquello... Estabas enamorado de todo lo que hacíamos juntos, pero no de mí. Y no te culpo, nunca he sido una chica muy apetecible para la mayoría de los hombres. No es que sea fea, no. Digamos que soy como un lince para un tigre. Muy similares, muy cercanos, pero incompatibles. ¿Y aquella tarde en mi habitación, cuando te venías a estudiar Cono?: "¡Lávate esas manos! -decía- No se te ocurra tocarme con esos dedos perdidos de pecaminosidad (que a mí me chifla el pecado y es posible que no quieras pecar conmigo). ¿Qué dices? Yo no utilizo mis dedos, mis dedos no son de la misma calaña que los tuyos. No te rías de mí, puedo ser tan hombre como tú si me lo propongo. Ya, ya sé que no soy un hombre, no soy tonta, pero puedo comportarme como tú, aunque no quiera utilizar mis dedos. ¿Qué? ¿Que quieres utilizarlos tú? ¿En mí? ¿Estás loco? Sí, estás absolutamente loco. ¿Que me tumbe dices? Bueno, no te voy a negar eso a ti, Pepe. ¿Qué haces? ¿Qué haces, que me gusta? (Empieza a respirar fuerte) Pepe, espera. Quiero que sea especial. Mejor en el pajar de mi abuelo, allí podremos sudar tranquilos. Coge la bici."
Lo que pasó después fue el humus en el que echarían raíces el resto de mis aventuras amoroso-gorrinales. Como te contaba, los sentimientos que derivaron de aquellas tardes nuestras quedarían sepultados varios años y yo seguiría enamorándome de individuos bastante distintos a ti hasta que un día me dio por abrir aquel sepulcro y fue entonces cuando comprendí, en contradicción con todo lo que había creído sentir hasta el momento, que viviría toda mi vida asomada desde lo alto de un muro de insatisfacción observándote a ti y a otros que, como tú, son tigres ingentes e inalcanzables para un lince con complejo de tigre como yo.»
(Llora con la cabeza asomada por encima de uno de los palés.)
(Se acerca a Pepe, que está en bañador, atado con sábanas blancas a una silla vieja de mimbre. Éste no se queja, sólo parece asustado y no puede hablar, porque tiene un pañuelo en la boca. Ella se sienta en sus piernas. Le quita el pañuelo de la boca y se miran en silencio, ella secándose las lágrimas. Ambos sudan. Un sol estival de las nueve y media de la noche escupe a través de las grietas de la puerta de la cuadra sus últimos rayos. Ella se quita la peluca. Se besan.)

sábado, 21 de febrero de 2015

Aún estamos, mea Lesbia, a tiempo. Los vientos nos son aún propicios. Nuestras velas se inflan a favor de mares lejanos. El porvenir esboza una mueca pícara y burlesca, aún. Dirijámonos, mientras podamos, con la cabeza erguida y la tez iluminada, a puertos indecentes, dominados por la incertidumbre y los vicios mundanos. Porque mundanos somos al fin y al cabo, a pesar de que en noches marcianas nos obcequemos en pensar que somos empedernidos peregrinos de caminos paralelos a la convención. Pon en marcha esa máquina, llévame al latir de los que, como yo, viven vehementemente apasionados.

lunes, 16 de febrero de 2015

Parfois, l'amour ne suffit pas. A veces el amor no es suficiente, no basta, no nos devasta.

miércoles, 28 de enero de 2015

Sumerjámonos, Lesbia mía, en el mar de la incertidumbre. Seamos necios y dejemos que nos anegue el desconocimiento. Que se desvanezca la certeza lunar, que esta noche sólo preciso de la luz de tu entrepierna. Lesbia mía, qué hipnotizantes se me antojan tus vaqueros en el piso agonizantes, y qué acobardado me siento cuando con la palma de tu mano ases mi alma y la manejas a tu antojo. No te conozco, es cierto, pero, por Dios, qué delirante se presenta tu nuca ante mis labios, qué bien me sientan tus sollozos en el oído. Qué divina tu forma de trastocarme el seso cuando, de repente, me enseñas el mundo en tu torso y, surcando el Ecuador a bordo de tus alaridos, alcanzo la cumbre del hedonismo. Cuántas horas, Lesbia mía, no habré sofocado mi apetito con otros mundos sin acariciar tu selva. Hablemos, aunque acabemos de saber el uno del otro, de cómo estoy volviendo a brotar porque he elegido permanecer náufrago en el estiércol que jamás hubiese llamado vida y que hoy amo. Brindemos con cerveza porque huelo a tu sudor y a tu desodorante barato. Pero no nos demoremos demasiado, nuestra canción ya ha acabado y nos asola la tragedia. He sido muy feliz contigo en este inodoro, pero tienes que volver a fingir que no me amas, Lesbia mía.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Pues sí, señores, el tiempo vuela, huye o se escurre, y días como éste son óptimos para que nos demos cuenta. Y es que es curioso la de recuerdos que circulan con exceso de velocidad por nuestros sesos en las últimas horas de un año (año que termina hoy porque quisieron un par de cristianos iluminados). Y qué sensación... Queremos que aflore lo mejor de nosotros, nuestro polo más positivo, nuestra mentalidad más próspera. Hacemos un inventario grueso de lo más oscuro y lo camuflamos con palabrejas como "lo malo", "lo difícil" y lo identificamos con metáforas rumiadas perpetuamente como "las piedras en el camino" (me da ahora por pensar si de verdad los caminos por los que se mueve la gente de este siglo están tan sumamente plagados de escollos) o "los momentos oscuros" (qué imbecilidad, lo mejor de nuestras horas ocurre cuando no hay luz)...
Todo eso, ¿por qué? Es evidente. Como ya he referido, el tiempo no espera a nadie, y mientras crujen los días, lo que somos un lunes dejamos de serlo un viernes; a medida que algo penetra en nuestra mente y rompe algún esquema, el resto de nosotros se va transformando con cada aprendizaje más y más, truncando por completo eso que llamamos esencia, dejándolo atrás. Y ello no significa que estemos emprendiendo un camino hacia lo que de verdad somos; al contrario, vivimos cada jornada cambiando de camino en busca siempre del mejor hasta que llega un momento en el que, según nos han contado (porque yo tampoco lo sé y tampoco me lo creo), te volatilizas, tú y tu camino. ¿Acaso pensamos que, cuando llegue ese momento, lo único que permanecerá serán nuestros recuerdos, nuestras fotografías, nuestras palabras...? Pues miren, yo no estoy seguro de casi nada de lo que he dicho, pero lo dejo escrito, por si el tiempo se lleva consigo también mis pensamientos. Feliz 2015.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Tín, tón, tín...

...Piano. Piano sobre mis vértebras. Acabo de nacer. Estoy cargando mi zurrón de intenciones rellenas de tabaco y estruendosos semblantes, viciando mis dedos de buenas noches, portando sin remedio las horas que palpitan. Estoy sembrando hectáreas de luna, cultivando mi jardín de las delicias. Finjo que me preocupan los días efímeros, que me muero de ganas de darle la vuelta al timón y volver al alba. Pero en realidad estoy soplando las velas con ansia, ladrando a las Indias y en dirección a la sien del mañana decrépito, cano, nostálgico, como yo tras el telón algún día, el telón que me cubrirá la cara para esconder mi cuerpo de la mano mundana. Pero yo no permaneceré allí, asfixiado y con las uñas largas. Yo volaré, volaré y sonará un piano mientras surco el cielo y despeino a París. Tín, tón, tín.

lunes, 10 de noviembre de 2014

A menudo me distraigo con torpes instantáneas de jovencitos con tupé y chaquetas vaqueras y parecen sus bandas sonoras vitales más plenas que la mía. Descansan en mi tono firmamentos ilusos y no hago últimamente otra cosa que revelar mis conflictos bélicos al sauce llorica que se avista desde la ventanilla con rejas de mi templo. Me limito a yacer postrado en algún aposento mal arriscado toda la jornada naufragando en medio de reflexiones viscerales que reinan sobre un porvenir que parece latir más en el ventrículo izquierdo. Mis sentidos parecen regirse por una realidad hipócrita que han fabricado mis sarcásticos pretextos. ¿Soy el prisionero que se enamoró de los barrotes de su celda? Soy, soy deseo, deseo y ansias, soy vestigios de placer, soy cunetas de lodo hasta las rodillas, soy flauta amarga, soy tragedia y soy comedia, soy clérigo preñado de vicio, soy el vientre del motín, soy los días contados, soy la fuga del tiempo, soy asfixia, soy la insurrección del alma, soy, soy, soy... y dejaré de ser al alba.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Día de la Biblioteca.

Hace un tiempo leí algo sobre civilizaciones perdidas y los misterios que carcomen a los historiadores sobre el pasado de la humanidad. Y hablaron de algo que me llenó de impotencia y me dejó sin discurso por unas horas: la biblioteca de Alejandría. Contaban que fue, durante sus años de mayor esplendor, el corazón del conocimiento de la Antigüedad, que allí se almacenaban pergaminos que recogían investigaciones, composiciones literarias y, en definitiva, todo lo que se sabía del mundo conocido hasta el momento. Leer aquello me suscitó una curiosidad sin precedentes. Pero lo peor llegó cuando avanzando unas líneas sobre el texto llegué a una afirmación escalofriante: “Todo lo que se encontraba en su interior se perdió ocasionando un extravío irreparable y el tiempo y el hombre acabaron poco a poco con aquel templo que había concentrado a los sabios de todo el mundo antiguo durante siglos.”
Y yo me pregunté, ¿no muere el hombre de impotencia al darse cuenta del saber del que sus propias ansias de imposición le privaron? Y pensé que era necesario rendirle homenaje a aquel santuario.
Y qué mejor día que hoy para rendir tributo a todos los étimos que nunca llegaron a colonizar nuestros idiomas, todas las obras maestras que descansan en el frustrante olvido, todos los misterios cosmogónicos que desentrañaron las civilizaciones ancianas y que no son hoy más que miércoles de ceniza, todas las civilizaciones que desaparecieron en el mismo momento en el que su literatura sucumbía a las llamas, todos los teoremas que podrían haber levantado pirámides tecnológicas y puentes hacia Saturno, todas las noches en vela de aqueos entusiastas que hoy no son más que escuetas referencias, todos los ideales que no abandonaron su morada, todas las frases célebres que resbalaron al mar enfurecido, todos los amaneceres que inspiraron historias hoy desquebrajadas por el tiempo, todos los tópicos que podrían ser fuentes de agua fresca para la cotidianeidad de la vida moderna, todos los amantes que perdieron la pasión en una segunda edición, todas las historias de amor que no han estremecido nuestras entrañas, todos los días que parecen no haber existido, todas las respuestas que siguen siendo preguntas, todo el progreso utilizado como combustible para urinarios de casas reales, todos los dialectos que perdieron el rumbo, todas las palabras que devoró el mismo que las predicaba, todo, todo lo que se llevó el hombre, el fuego o el tiempo, que jamás perdonan.

sábado, 11 de octubre de 2014

"Oh, y no quiero dejar de ser quien soy, no quiero, ¡me niego!" Pero... ¿quién eres? -carcajeas- No eres más que un zurrón de huesos sumergido en el lodo hasta la barbilla. Si no dejas de ser quien eres en este preciso momento jamás serás tú.

lunes, 25 de agosto de 2014

Germinare.


Coloco el pie corajoso sobre el pedal, el dedo cobarde sobre el gatillo, la tilde rebelde sobre la u.
Se abre ante mi pueril ilusión la calleja, el campo arado, la catedral en llamas.
Se escurren entre mis caderas el sosiego, la tentación, la mesura.
Sopla el viento contra mis aspas, infla con un suspiro mi mantel, ondea mis banderas.
Se asoma tras el monte de Judea el sol hastiado, y llora, y gime, y me desata.
Relinchan a lo lejos las historias de amor, las luces arrecidas, los orgasmos de Mona.
Se oscurece el escenario, el telón arde majestuoso, la noche asola el teatro.
Y yo, yo broto, yo germino y surjo. Y florezco, y promulgan mis sentimientos su discurso, anarcos.

viernes, 15 de agosto de 2014

Es el destino, que late dentro de un corazón de hojalata oxidado que hospedo tras mis transgredidas murallas. Son las luces de la urbe chispeando bajo la suela de mis botas de goma y mis besos achampanados. Son mis labios y mis huellas dactilares, que procuran un porvenir más allá de estas caderas. Es la noche estival que me abate, me quiebra. Es el futuro que permanece latente e incierto y carcome con furia mi presente.

viernes, 11 de julio de 2014

El verdadero humanista ama al ántropos desde el primer amor flamante hasta la revolución francesa, desde el cavernícola enamorado hasta Romeo y Julieta, desde el primer fonema hasta "Billie Jeans", desde los pasos obtusos en el alba de la vida hasta las primeras huellas sobre la eterna amante del poeta, desde Clístenes hasta Obama, desde las cruzadas a la Gran Guerra, desde los muros rupestres de las cuevas prehistóricas hasta la sonrisa de la Gioconda, desde el centro de la Tierra hasta la cumbre del Everest, desde la Grecia de Aristogitón hasta el Montmartre de Amélie, desde el talón de Aquiles hasta el crac del 29, desde los primitivos berridos de los bárbaros hasta las torpes palabras de un aprendiz de francés, desde Persia hasta Las Indias, desde Iberia hasta Ilión, desde los diez mandamientos hasta el comunismo estalinista, desde el aoristo segundo hasta el pretérito perfecto, desde el primer gemido hasta los Rolling Stones, desde el seco sonido de dos piedras batiéndose en duelo hasta los predilectos dedos de Beethoven, desde el primer saludo hasta "Heil, Hitler", desde los comienzos de la vida hasta las tizas de Einstein, desde Zeus hasta Yahvé, desde el velo represor hasta la Meca, desde el ábaco hasta la ecuación, desde los pergaminos hasta el neón, desde el Adán adolescente hasta Marilyn Monroe, desde el caos hasta el cosmos, desde el dinosaurio marroquí hasta el gandul canino que se reposa a los pies del sofá, desde el Edén hasta los suburbios de Nueva York, desde las canoas de Ramsés II sobre el Nilo hasta el Titanic holgazaneando en las profundidades, desde la soberbia Roma hasta el incendio del Reichstag, desde Mahoma hasta Nietzche, desde el ojo rasgado de un japonés hasta la mirada desamparada de un vagabundo londinense, desde el trópico de Cáncer hasta la órbita de Plutón, desde el monte Sinaí hasta el último aliento de Pompeya, desde el descubridor del fuego hasta la bomba atómica, desde el atuendo de un fraile hasta la peluca de un travesti, desde el mito a la razón, desde la austeridad hasta la desmesura, desde el entusiasmo del primer capitalista hasta el estómago del etíope, desde el anfiteatro emeritense hasta la plaza de toros gaditana, desde la ironía hasta la ingenuidad, desde los mártires hasta las fosas comunes, desde los campos de concentración hasta los gulags, desde el genocidio hasta Hiroshima, desde la censura hasta la libertad de expresión, desde los corrales de comedias hasta la ciencia ficción, desde los cantos de sirena hasta "La vie en rose", desde el "Homo sum, humani nihil a me alienum puto" hasta el "Hombre soy; nada humano me es ajeno".