sábado, 26 de octubre de 2013

Inspiró y expiró profundamente en aquel momento, y siguió maullando como un gato sin dueño. Y después gritó ante aquel océano de luces pálidas y tiritonas, gritó con rabia a aquel maldito astro que todavía no había dicho palabra cuando ella ya había sentenciado su frase más legendaria. Y la luna se limitaba a sonreír simplemente, como hacían todos cuando ella les contaba que era un alma extranjera en el universo. Y nadie imaginaba lo que susurraba su espíritu cada noche cuando estaba a solas con las tildes abstractas que le daban tono a sus palabras. Se sentía feliz pero echaba de menos los días grises, por eso se tragaba de vez en cuando alguna puñalada. Era indomable su capacidad para tergiversar los besos desganados con las luces pálidas y las horas que conformarían el futuro.

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