martes, 3 de septiembre de 2013

“Maldita loca, maldito huracán de labios rojos.” Eso pensaba cada vez que se plantaba ante mí, embriagándome con su presencia. Luego me sonreía y nadie sabe la de reacciones químicas que se desataban en mi cuerpo estremeciéndome por completo. Después me comenzaba a hablar y sentía la necesidad de olvidar todo en lo que creía y rendirme ante ella. Cada cigarro que se fumaba, cada café que tocaba con la piel de sus labios... Todo era ya salvaje, como ella. Pero sus muerdos, oh Dios, eso no es comparable a nada que pueda expresar con palabras.

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