jueves, 19 de septiembre de 2013

Una noche de julio, a las tantas de una noche cuyo amanecer era ya inminente, en una calle empapada por la incesante lluvia nocturna de la capital del antiguo imperio, andábamos tú y yo cantando himnos de viejas glorias y gritando que éramos jóvenes y libres mientras bebíamos whiskey de garrafón como dos fracasados encantados con su fracasada vida. Deambulábamos como dos esquizofrénicos y nos tropezábamos a posta para poder tocarnos un poco o para alimentar nuestras carcajadas que cortaban el silencio de aquella oscuridad mojada. A duras penas logramos entrar en tu casa y, dando el último trago de whiskey, me abalancé sobre ti en aquella bañera de mármol que estaba medio llena con el agua que se colaba por aquel techo destartalado que tenías.Y allí no tuve nada más que hacer, ni tú, ni siquiera aquella vecina que nos gritaba en italiano mientras nosotros nos desgarrábamos bajo la atenta mirada de tu cuadro de Kurt Cobain.

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