Nos situamos delante del espejo y, aunque con esfuerzo, la coloqué en frente de su reflejo. Ella con cara de desprecio se miró y dijo:
-¿Qué es lo que merece la pena de esto?
Y yo, que la observaba desde detrás del armario le respondí:
-Que con tus ojos empapados del ayer, tu boca tatuada con los desechos del amor y tu mirada perdida en aquel amanecer de enero, sigues con ganas de olvidar, de limpiarte todos esos desechos y levantarte una vez más, a pesar de haber caído en una fosa.
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