miércoles, 6 de noviembre de 2013

¿Y por qué no ser feliz en esta vida y todas las que quieran venir?

No sé si será que esto de la filosofía me está tocando el seso demasiado o es la bendita euforia de los dieciséis, pero he llegado a la conclusión de que nosotros, los que tenemos pocas armas para averiguar el principio y el fin de nuestra existencia, debemos utilizar nuestra inteligencia hasta la saciedad pero no dejar nunca de vivir, no buscar la felicidad, sino disfrutar de ella a través de los placeres que tenemos más a mano e intentar alcanzar aquellos que se nos escapan. Y con esto quiero decir que debemos utilizar todos esos tópicos clásicos sobre el 'carpe diem', 'tempus fugit', pero no con la idea de que se acaba nuestra vida, sino pensando en que hay que disfrutar el momento, por lo que pueda venir. Si es verdad aquello de  que algún día nuestra alma se deshará de lo que la cohibe y que la felicidad plena se encuentra en el más allá, ¿qué perdemos usando el placer en nuestro provecho? Y no digo para nada que perdamos de vista el conocimiento, pues a mi parecer, es algo esencial para que nuestro espíritu no pase hambre. Saber extraer a cada momento eso que nos da ese bienestar, disfrutar hasta de los días tristes y oscuros, exprimir el presente sin olvidar para nada el futuro, despreocuparse un poco, no conformarse con nada, llorar cuando haga falta, aprender, observar, hincar el diente a todo lo hincable, enloquecer de vez en cuando, gritar de rato a rato, saborear el arte y, que si todo fluye y todo pasa, con ello voy yo y quiero sentir ese tiempo corriendo por mis venas. Habrá quien no sepa de lo que hablo, habrá quien no comparta lo que yo digo, pero estas son mis sensaciones y así las he contado, y así quiero darle sentido a mi vida.

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