lunes, 19 de agosto de 2013

Me siento como un artista. Me encanta disfrutar de la textura del agua en las yemas de los dedos. Me gusta inventar historias de locos. También adoro darme cuenta de cuando un momento va a formar parte de mi historia o de cuando una persona me embriaga con su presencia. Prefiero las gotas de lluvia en el pelo y el olor a tierra en el cielo. Me fascina impresionarme, el manejo de un bolígrafo en el folio, la música en los momentos eufóricos, la luz tibia en los ratos melancólicos, el café en las manos, el brillo en los ojos, el fuego en la mente, las carcajadas verdaderas, el beso injustificado, la sensación de que no hay nada que pueda estropear tus sueños, el hablar de las gentes, los hechos que harán historia, los pelos de punta en el momento más injustificado, los labios rojos, los brazos masculinos, las curvas incorrectas, la pasión incoherente, el sentimiento de que nada puede pararte, la superación de un miedo, el aire fresco en la piel descubierta, un papel ante la mirada en los días tristes, lo invertido, las camas deshechas, los armarios cerrados, las ventanas abiertas, lo extravagante, el zumo derramado, las siestas automovilísticas, los sueños irracionales, las camisas blancas y las camisetas anchas, la esperanza de encontrar mi porvenir, los proyectos de futuro, el deseo desmesurado, el salvajismo controlado, las ganas de volar, los profesores que hablan sin pausa, las colonias suaves, los callejones con salida, las eras de arroz, el detalle adecuado en el mejor momento, los pasillos exhaustos, el cielo nocturno en silencio, la tranquilidad, el estrés con gusto, las caras de sorpresa, las lágrimas de emoción, la atención de todos, los labios carnosos, las espaldas duras, la diversidad, las últimas noches del año, los últimos días antes de un gran acontecimiento más que el acontecimiento mismo, los dedos sobre la piel y la satisfacción de que ésta es sólo una pequeña parte de mi persona.

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