viernes, 27 de abril de 2012

Desde fuera, aquel lugar parecía insólito, extraño, olvidado. Con extrema lentitud y con aliento desgarrado abrió la puerta de aquel lóbrego lugar. Sonaba como el llanto de un bebé que llevaba tres meses sin ver a su madre. Y allí, todo sonaba igual, los ecos de los ruidos, los suspiros de la mujer, que desesperada, se arrodilló ante el altar. donde había una vieja escultura tallada en cobre, pero que llevaba mil años sin ser tocada... De repente, sonó como a arrodillarse, se le rompían las rodillas y se escuchó como le crujía el corazón. Con un dolor incesable miró hacia el cielo y juntó las manos pronunciando:
-Querido destino, perdóname.
Y pasados unos segundos, bajó la cabeza y cayó lentamente sobre las viejas piedras de aquel templo primitivo.

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