Quizás hayamos hablado dos veces o trescientas, no sé. Pero cada vez que la tengo cerca no puedo controlarme. Me paralizo y derrapo, o doy mil vueltas, o nazco otra vez, o muero y resucito, o me quemo y ardo, o grito y vuelo, o la miro y la agarro, o la odio, o la quiero...
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